17 de agosto de 2007

"El otro infierno".

Como parte del enorme privilegio de ser escogido como uno de los integrantes del Taller de Narrativa de Monte Ávila Editores Venezuela, se nos pidió modificar el punto de vista en un texto del escritor mexicano José Joaquín Blanco, llamado El otro infierno. He aquí la versión original:

“Cuando Teresa y yo llegamos al infierno, Minos se ciñó dos veces el cuerpo con la capa y nos mandó a ese círculo que se ha hecho famoso por la historia de Francesca de Rímini y Paolo Malatesta. ¡Imposible soñar paraíso semejante! Desde que llegamos se dejó sentir el impulso afrodisíaco de las llamas y nos entregamos a una lujuria insistente. No tardamos mucho en contagiar a los demás condenados y así el Segundo Círculo del infierno se convirtió de pronto en escenario de increíbles orgías. Como es de suponerse, el Señor se enteró en el acto y cambió nuestra sentencia; desde entonces estamos en el paraíso, colocados a insalvable distancia, confundidos por los coros angélicos, purificados los dos de tal manera que parecemos creaciones de Botticelli, contemplándonos, solamente contemplándonos, mientras todo el cielo tiembla y se desbarata como flamita nerviosa de cirio pascual ante las notas triunfales del tedeúm…”.

Y aquí, mi versión:

“He perdido cualquier recuerdo de cómo o cuándo llegué a este sitio, obligado a ser castigado por mis pecados. Sólo hay oscuridad, lamentos y este torbellino lacerante que nos arroja y devuelve, en un carrusel eterno. Y he allí al majestuoso Minos, tan altivo y desgraciado en sus sentencias. Su mirada me ha traspasado más de una vez; dolorosa, afilada, recurrente. ¡Cuánta intoxicación desprende!

Sodomías inenarrables e indescriptibles. ¡Oh, cuánto placer en vida! ¡Oh, cuánto sufrimiento en esta no-existencia! Qué gozo tan culpable debo pagar ahora. ¿Cree que no me he dado cuenta? Pero hizo falta la llegada de Francisco y Teresa a este segundo círculo infernal para contagiarnos de nuevo con lo que antaño disfrutábamos. El éxtasis demencial que todo lo puede, que todo lo olvida, que nada resuelve; porque su elíxir es venenoso y adictivo: yo lo confieso.

¿Cómo negarme a su inflamado avance, lleno de dolor y sabiduría? ¿Cómo negarme al fálico entumecimiento de mis entrañas? Él, el poderoso; él, el verdugo; él, la fuente de mi deseo depuesto. Maldita sea Pasifae, que arruinó mi torpe embelesamiento. Y en su lugar escoge tomarme, ensanchando con escaso consuelo mi estrechez anímica. A nuestro alrededor el deleite es contagioso, flamígero, colectivo. Minos me esconde, secuestrando mi goce luctuoso, impostergable. No quiere que los demás descubran nuestro secreto recogimiento. ¡Qué escándalo infernal!

Mas la infección a la que hemos sido expuestos dura poco en este sitio atemporal. Francisco y Teresa son sometidos a un castigo divino de menor cuantía. Ahora reposan en el Paraíso, separados, confundidos; si acaso purificados en su malsano estrechamiento. Pobres almas carentes de satisfacción. Sin embargo, yo continuo aquí; raptado por mi carcelero de vez en vez; silencioso ante sus embates, lamentando mi placer, atormentado por su venganza carnal.

He olvidado quién soy.”


Las críticas de mis compañeros fueron muy admirativas; la verdad, no lo sé. Pero sí sé que disfruté mucho reescribiendo el texto. ¿Qué les parece a ustedes?

5 de agosto de 2007

Los diarios.

“…And they say that you don’t know where you’re going,
until you know where you’ve been”.

Barbra Streisand.


Los diarios comenzaron como una catarsis.

Un desahogo. Un monólogo introspectivo que intentaba encontrar respuestas y soluciones. Nada más. Mis intenciones nunca fueron artísticas; escribía porque necesitaba desahogar mis sinsabores, mis fracasos, mis flirteos con algo prohibido y secreto. Las páginas en blanco me ofrecían un paliativo que no encontraba a mi alrededor. A nadie le conté por lo que estaba pasando, no porque evitara compartirlo, sino porque carecía de amistades que pudieran orientarme. La sensación de soledad nunca fue tan intensa como entonces. Sólo el diario atestiguaría mis cortos pasos hacia la eternidad.

Por supuesto, como en todo, el comienzo estuvo plagado de torpezas. No hubo diferencia entre el primer beso, la primera caricia, el primer sexo y la página inicial donde comenzó mi historia. Inicié de forma abrupta, como si viniera de una anotación anterior; los descalabros, el tormento y la inmediatez de mis sentimientos quedaron reflejados allí; todavía hoy sonrío al evocar y releer la forma en que se gestó el periplo amoroso que me llevó a redescubrir mi oculta sexualidad y la pasión por explicarla a través de las letras.

¿Por qué continué? No lo sé; pero se hizo adictivo vomitar todo, TODO, allí dentro. Poco a poco comencé a reseñar la dinámica que nos envolvía, los personajes que giraban a nuestro alrededor, sus historias, sus ilusiones y vergüenzas. Y sin que me percatara del todo, se construyó un trabajo monumental. Ya no sólo escribía sobre nosotros, sino también sobre las motivaciones ajenas, las traiciones, los viajes, los descubrimientos y la evolución que nos arrastró. Aunque lo más importante lograría discernirlo después: al analizar mis impresiones y conclusiones, fui aprendiendo, cada día, nuevos datos que me ayudaron a armar un rompecabezas mayor: mi propia personalidad contradictoria.

En determinado momento, mucho más adelante, me armé de paciencia para ensamblar una coherente correlación de hechos, protagonistas e historias. El trabajo de editar y separar los distintos volúmenes me llevó algún tiempo, pero quedé satisfecho con el resultado. Separé el diario basándome en las distintas etapas por las que he pasado, coloqué títulos a cada libro, agregué fotografías, boletos aéreos, entradas al cine, invitaciones, tarjetas de cumpleaños y cartas manuscritas. Sé que quizás suena un poco pedante decirlo, pero me siento muy orgulloso de lo logrado. Es sin duda mi mejor trabajo literario. La lista completa quedó así…

Diario I: El espejo de las metamorfosis.
1.990 – 1.992

Diario II: Los disfraces del pecado.
1.993 – 1.994

Diario III: El baile de las mariposas.
1.995 – 1.998

Diario IV: Las caricias del camaleón (diario paralelo).
1.998 – 2.006

Diario V: La ronda de los depravados.
1.998 – 2.001

Diario VI: Ángeles & Demonios.
2.001 – 2.003

Diario VII: El eco silencioso.
2.003 – 2.005

Diario VIII: El país de las luciérnagas.
2.005 – (Aún en marcha).

El hombre sobre quien comencé escribiendo ya no existe en mis páginas, ha desaparecido de mi memoria manuscrita; pero hasta el final le agradeceré su inestimable regalo: impulsarme, sin imaginárselo, a dejar constancia de nuestras relaciones y tragedias. Es por él y a través de él que mis diarios comenzaron. Otros hombres vinieron después, otros amores, otras historias… Pero han sido 17 años que nadie podrá arrebatarme ni hacerme olvidar; todo está allí, en esas casi 2.000 páginas secretas.

Hoy, cuando me permito hurgar en lo escrito, algunas veces descubro las causas de determinadas consecuencias. Me gusta poder leer sobre lo que he hecho, pues me ayuda a decidir sobre lo que puedo hacer ahora. En otras palabras: sabiendo el camino que he tomado, alcanzo a ver hacia dónde me dirijo.