17 de octubre de 2008

El sueño de un cronopio.

Marianne Díaz Hernández es una de esas figuras femeninas con quien da gusto hablar. Uno se sumerge de inmediato en la discusión cultural y salta, como un pez, de un tema a otro. Su verbo es rápido y su mente ágil. Es una mujer con un tono de voz muy interesante. Marianne formó parte del grupo narrativo que precedió al mío en los talleres de creación literaria auspiciados por la editorial Monte Ávila y quedó seleccionada para merecer el V Premio Para Autores Inéditos –de la misma editorial- en Mención Narrativa.

Su libro, Cuentos en el espejo, ofrece un caleidoscópico universo femenino que da gusto explorar. Adoro su prosa, más allá de nuestra amistad literaria; aunque tengo pendiente todavía hacer una reseña apropiada acerca de su publicación.

En una de nuestras animadas charlas telefónicas, Marianne me confesó su sueño de poder montar una editorial; lo hablamos como un tema circunstancial. Ella me contó acerca de su placer y yo le revelé mi pasión por poder trabajar en una librería; ambos reímos por nuestro inexcusable amor por la buena literatura. El asunto quedó así, como un grano más en la playa de nuestras discusiones.

La mayor sorpresa vendría algunos meses después, cuando me hizo llegar la información de que se lanzaba al ruedo. El nacimiento de la editorial Cronopios era un hecho concreto. Una enorme sonrisa curvó mis labios al comprobar que un sueño ajeno era alcanzado y celebré mucho su lanzamiento. Me pareció que era una propuesta muy interesante en nuestro país y que toda empresa que contribuya a ampliar la oferta literaria es bien recibida. Por ahora, no obstante, se entretiene en la selección del material que conformará la primera edición. Estoy por completo seguro de que podremos acceder a excelentes propuestas a través de sus mágicas manos y sus perspicaces ojos.

http://www.editorialcronopios.com

9 de octubre de 2008

Las tormentas del interior. (Fragmento)

La confusión que siempre me anula planea sobre mis emociones. Avisa su cercanía, como buitres que olfatean el cadáver. Otra vez me siento imposibilitado de ver con claridad, de discernir el camino apropiado. Sólo tengo algunos fogonazos de luz que iluminan las sombras. El péndulo oscila con violencia, sin darme tiempo a disfrutar plenamente una sensación u otra. Pero hago un esfuerzo considerable para no caer en la ignominia o en la depresión. Con regularidad trato de recordar y concentrarme en todas las bondades que debo agradecer, todos esos detalles positivos que enriquecen mi vida y que, la mayoría de las veces, doy por sentados. Ellos están allí para aguijonear mi realidad y sacarme del sopor.

Y así avanzo, a tientas, un minuto a la vez, una hora a la vez, una sensación a la vez. Es una larga marcha cruzando un desierto de aridez sentimental. Quiero quejarme, protestar, rebelarme en contra de lo establecido, de mi pasivo conformismo; también quiero gritar, ahuyentar la soledad y el silencio, esas aves de rapiña que se ceban en mi angustia. Quisiera poder confiar en alguien, tener la oportunidad de compartir mi desasosiego con alguien, narrar a otro mis desventuras, hacer un esfuerzo mancomunado por encontrar respuestas, despejar las incertidumbres y sentir un apoyo para continuar. Pero no hay nadie, nadie que pueda comprender a plenitud la tormenta que agita mi interior, que pueda leer con claridad mi mirada y ver más allá. Estoy solo. Y creo que se supone sea así: venimos al mundo solos y de la misma forma partimos; también debo aprender a luchar contra mis propios demonios.

2 de octubre de 2008

Retorno.

En la vida de casi todas las personas llegan momentos especiales donde hay que tomar ciertas decisiones, escoger caminos, decantarse por algunas personas, avanzar hacia otros proyectos, abrir puertas; pero también aparecen las pausas, los puntos suspensivos y la necesidad de tomarse un merecido receso. Significa regalarse un tiempo para oxigenarse, recuperar fuerzas y poder continuar. Esto es lo que ha sucedido con mi blog durante los últimos meses.

La pausa fue necesaria. No tuve otra opción.

De pequeño, siempre llamó mi atención el equilibrio del que hacían gala los malabaristas del circo: tres y cuatro pelotas en el aire, en un balance delicado, sin dejar que ninguna de las esferas cayera a tierra. Admiraba semejante disciplina porque yo no la tengo. Lo confieso. Cuando me ocupo de un proyecto necesito concentrar toda mi energía en eso. Cuando decidí emprender la tarea de escribir un texto largo, reconozco que poco imaginé la monumental proeza que tenía ante mí. No fue y no ha sido fácil, pero creo que ya he superado el momento de mayor peligro. Tengo definida la estructura y la trama amerita reescribirse aquí y allá, pero como ya mencioné, atrás quedó el punto de inflexión donde pude haber desistido si hubiese querido. Ahora el camino es hacia delante.

En vista de que puedo agregar otra pelota a mi acto, me atrevo a retomar este trabajo virtual que abandoné sin presentar excusas. Estoy de vuelta. Muestro la señal de retorno con una sonrisa. La novela seguirá con su pulso particular, porque quiere ver la luz y porque hay mucho para contar; pero también me deja un poco de espacio para recuperar mi interacción virtual de antaño.

Trataré de actualizarme con la mayor periodicidad posible, ya que trabajar en mi proyecto literario no es pan comido. Gracias a las maravillosas personas con las que he cruzado mi camino, descubrí que la escritura te exige sacrificios. La escritura es como una pieza de arenisca, un lienzo; el texto hay que trabajarlo, pulirlo, decantar las palabras, escoger las frases; organizar cada una de esas letras disonantes hasta conseguir una prosa melódica, armónica, inspiradora.

Entonces, heme aquí, otra vez con ustedes. Llego con una sonrisa, esperando colgar una parecida en cada una de sus bocas. Gracias por aguardarme. Espero no defraudarlos. Un abrazo.