28 de enero de 2009

Alejandro Oliveros, on line.

Mis diarios manuscritos tuvieron muchas influencias desde un principio. Es probable que la inspiración original viniera de la lectura de uno de los volúmenes de Anaïs Nin; y la posibilidad de haber visto la película Henry & June, a temprana edad, solidificó mi interés íntimo y literario. A partir de allí me resulto incómodo no poder plasmar mis pensamientos y reflexiones en cualquier cuaderno que tuviese a mano.

Con los años, este secreto placer se sobredimensionó hasta alcanzar múltiples esferas de mi vida social. Como si se tratara de una novela no nacida, me dediqué a tomar notas de todo cuanto acontecía a mi alrededor, intentando hallar algunas respuestas huidizas a mis tempranas interrogantes. Así pude ensamblar vastas epopeyas románticas, políticas y culturales; buscando significados ocultos, investigando conceptos nuevos y ensayando el inicial amor por la palabra escrita.

Sobre la marcha pude poner mis manos en otros diarios ajenos y aprender de los ejercicios que realizaban otros intelectuales: mi colección de Anaïs Nin se fue ensanchando con lentitud; entré en contacto con la obra de Jaime Gil de Biedma, su poesía, los diferentes viajes; también Virginia Woolf y su Diario de una escritora; conocí la irreverente genialidad de Salvador Dalí a través del Diario de un genio; y así, página a página, fui ampliando mis fronteras dentro del diario íntimo.

Considero que el clímax definitorio ocurrió hace un par de años. Quedé seleccionado para participar en un taller literario donde se pretendía discutir acerca del diario íntimo como género literario. Allí me encontré por vez primera con el poeta Alejandro Oliveros –quien moderaba el taller- y el vasto conocimiento que este hombre tiene sobre literatura y cultura antigua. Fue, mi memoria lo reconoce así, un encuentro que definiría a partir de allí mi trabajo manuscrito dentro y fuera del diario.

Oliveros se permitió compartir con nosotros múltiples detalles históricos sobre el inicio de este subgénero literario, sus antecedentes, sus precursores, las figuras legendarias que habían descollado en su realización: Amiel, Rousseau, Julien Green, Ernst Jünger, Samuel Pepys, Virginia Woolf, John Cheever, Kafka, André Gide, Maurice de Guérin, Cesare Pavese, Benjamin Constant, Marie Bashkirtseff y muchos otros.

Pero no sólo se limitaba a los autores, también incluía refrescantes perlas de sabiduría en cada sesión. Pudimos enterarnos así sobre el pintor griego Apeles; el primer diario importante en la cultura occidental se produjo antes del Romanticismo; la primera obra autobiográfica fueron las Confesiones de san Agustín; los escritores norteamericanos son objetivos, mientras que los europeos tienden a ser subjetivos; el diario de Amiel es el más voluminoso; Rousseau fue el primero en “dialogar” con la naturaleza; etc.

Es por esa experiencia que la reciente noticia sobre la publicación virtual del último diario de Oliveros me llenó de gran regocijo. Se trata del manuscrito que actualmente está escribiendo, publicado en la blogósfera de forma casi inmediata, lo que nos permite acceder a sus reflexiones literarias y personales con una inmediatez propia de los tiempos que vivimos. Ya tiene tres entradas respectivas al mes de enero y promete regalarnos mucha información interesante con las siguientes entregas. Por mi parte, las espero con entusiasmo.

Gracias, Alejandro.

http://prodavinci.com/blog/tag/alejandro-oliveros/

23 de enero de 2009

Días literarios (or literary days, SD)

Si hay algo que disfruto, con intensidad, son los días literarios. Representan una bocanada de aire fresco donde puedo llenarme de conocimiento, historia y una placentera charla entre amigos escritores. Siempre existe la posibilidad de sorprenderse con un nuevo hallazgo, un autor diferente, alguna narración que pueda arrojar luces sobre la marcha que llevamos.

A través de un correo electrónico me entero que mi grupo del taller literario de Monte Ávila quiere organizar un encuentro para la próxima semana. No puedo evitar una sonrisa de satisfacción. Los amigos que allí hice permanecen hasta hoy entre mis recuerdos memorables. Son escritores muy comprometidos con sus respectivos trabajos y me agrada el hecho de que con cada reunión se ofrezcan puntos de vista serios y asimilables. Entre ellos y con ellos, en cada oportunidad que encontramos para reunirnos, surge esa magia de las palabras que tanto me estimula y me deja al rojo vivo, inspirándome para acometer nuevas páginas.

Un poco más cerca, tuve la oportunidad de establecer varias conversaciones telefónicas con mis nuevas amigas narradoras. Mercedes, Miriam y Aurora me ofrecen un oasis de comprensión y análisis que no se consigue fácilmente. Con ellas también puedo hablar durante horas, sobre todo de nuestras lecturas, los avances literarios que hacemos, las incógnitas, las dudas; es, más que todo, una amalgama de sugerencias y empatías escritas. Mediante esta amistad que ha surgido entre nosotros siento que he crecido mucho más como escritor, como artífice de páginas aún no creadas.

Y Sergio. Mi buen amigo Sergio. Una voz austral que aparece de vez en cuando y con la cual adoro conectarme en términos literarios. Anoche pudimos discutir sobre las obras de Borges, de Pedro Lemebel, de Marguerite Duras, de Cortázar, de Puig y Perlongher, y también Cocteau, Gide y Proust. Son intercambios que me dejan siempre con un agradable sabor en la boca. Se despidió recomendándome dos cuentos de Borges: Emma Zunz y El hacedor. Tengo que buscarlos.

Mis días literarios prometen mucho. Me abren un horizonte de posibilidades. Es entonces cuando recuerdo el placer que obtengo de la palabra escrita, esa maravillosa fantasía de construir mundos, crear personajes, inventar historias. Pienso, muy agradecido, que Virginia Woolf pudo haber tenido Un cuarto propio, pero yo me siento más que satisfecho de poder acceder a mi propio mundo.

8 de enero de 2009

Días extraños.

Las mañanas de enero se presentan nubladas, preservando el frío de las noches anteriores. Son días extraños, inciertos. Nos ha tocado vivir tiempos irregulares. La economía a nivel mundial se tambalea y hay quien dice que los sistemas financieros, como los conocemos, han fracasado, que un nuevo orden debe imponerse después de esta debacle. El próximo presidente del país que se considera el más poderoso del planeta está por asumir su mandato, y resulta que será un presidente negro en una nación conocida por su historia de esclavitud. Un nuevo conflicto se intensifica en el Medio Oriente porque Israel decidió bombardear la Franja de Gaza, en un intento por detener a los grupos musulmanes que atentan contra su territorio. Y lejos de allí, en un pequeño país latinoamericano que nada tiene que ver con la guerra religiosa, un mandatario megalómano decide expulsar al embajador israelí porque desea solidarizarse con los palestinos. Hasta el momento en que escribo estas líneas, descubro que somos el único gobierno que ha tomado semejante decisión. Ni siquiera Egipto o Jordania, vecinos del conflicto, se parcializan amparándose en sus diferencias ideológicas.

Pero ya lo dije: son tiempos irregulares.

Creo que resultaría lógico preguntarse a qué nos enfrentamos, qué nos aguarda cada mañana después de abrir los ojos, qué se esconde detrás de las esquinas del porvenir. La incertidumbre es generalizada. Es como un amplio corredor lleno de velos que debemos ir discurriendo según avanzamos. Pero me confieso optimista; a pesar de todo, quiero ser optimista. Quiero ver el vaso medio lleno. Al final, todo se reduce a las escogencias que cada uno hace. Así, Chávez decide expulsar al embajador de un país con el que no tenemos ningún problema. Yo prefiero concentrarme en todo lo positivo que me rodea. Porque hoy el cielo amaneció de un inusual color azul, intenso, vivificante, un total derroche de tonos matutinos.