31 de diciembre de 2009

Fin de año.

No soy el único. Mucha gente se apresta hoy a cerrar ciclos, clausurar etapas, dejar atrás ciertos episodios que impiden avanzar; yo me uno a ellos, pero con la singularidad que me ha caracterizado los últimos años. Me pregunto cuántos habrá con la misma inquietud, con una decisión similar: quedarse en casa leyendo, tal vez intentando escribir un poco, gozando desde la distancia con la celebración, los fuegos artificiales, la música; porque se trata de una escogencia poco entendible, la de permanecer ajeno, distante, a cualquier despliegue familiar, social, que involucre vestirse, sonreír y abrazar a cuanto desconocido se atraviese en el camino.

No ha faltado quien me cuelgue la etiqueta de ermitaño porque sí, porque es lo más fácil, porque es preciso adjudicarle un nombre a eso que no compartimos, a eso que nos resulta poco digerible. Esta noche prefiero ser egoísta en una época que se distingue por lo contrario, por los excesos, las fiestas, el intercambio ameno y provocativo. Pero quiero creer que cada persona tiene derecho a disfrutarlo como mejor le parezca, sin imposiciones, sin códigos, sin ajustarse a reglas preestablecidas de antemano. ¿Es obligatorio salir? ¿Es necesario socializar? ¿No es mejor disfrutarlo en silencio, reflexivamente, haciendo balances y limpiezas?

Bueno. Es mi punto de vista, y tampoco pretendo que sea lo más razonable; sólo pido paciencia, respeto, espacio. Mis padres ya se han separado, inmersos en un acuerdo de mutua satisfacción: cada uno celebra la víspera de Año Nuevo con sus respectivas familias, a miles de kilómetros de distancia uno de otro, dejando la oportunidad de reunirse apenas en los primeros días de enero; se trata de un arreglo que les resulta beneficioso, práctico, a pesar de que muchos tampoco lo entienden. A ellos les funciona y a mí me sirve para escoger un punto intermedio; atrás quedaron las vacaciones donde debía turnarme para pasar estas fechas con cada familia. Ahora mi tiempo es propio, así como mis escogencias. Ellos celebran a su manera, por separado, yo les imito: escojo la tranquilidad del hogar, el reposo, la lectura, alguna película rezagada que deseaba ver, incluso irme a la cama sin horario establecido. Es mi noche, independientemente de la forma en que lo disfrute.

En el reproductor suena la ópera Lakmé, mientras Agatha, mi perra, levanta la cara para regalarme su mirada acuosa, lánguida; le digo que falta poco, que pronto tendremos la oportunidad de hacer un brindis, sólo uno, para conmemorar el cambio de fecha, sin aspavientos, sin trajes de gala, apenas con la pijama más cómoda y placentera. Me siento agradecido porque algunas amistades han hecho un esfuerzo por comprender mi escogencia, igual a como lo hicieron mis padres mucho tiempo atrás. Lo importante es sentirse bien con uno mismo, estar donde uno prefiera estar, gozarlo sin tragedias ni comedias baratas, porque ha sido un año contradictorio, ¿para qué negarlo?

El conflicto político, la delincuencia, los continuos apagones, la carencia de agua, la sequía inclemente, el desabastecimiento, la burocracia, la corrupción descarada de un régimen que busca ser más autocrático de lo que ya es; pero en mi mundo particular existe el equilibrio íntimo, ese contrapeso que escojo formular para equiparar las circunstancias: también quedé seleccionado para participar en la Semana de la Narrativa Urbana, permitiéndome el gozo de haber logrado interactuar con algunas mentes brillantes, privilegiadas, que estimulan mi esfuerzo literario; comencé la redacción de mi primera novela; he logrado publicar algunos artículos en una página luminosa; mis amistades literarias se multiplicaron, abriéndome espacio para nuevos debates, puntos de vista interesantes y llamativos; compré más libros, descubriendo otros temas sugerentes. Me siento bien con el resultado.

Mis placeres pueden parecer banales, literarios, casi triviales; pero son míos. Creo que eso es lo importante para clausurar esta etapa. Sería lógico enumerar buenos deseos para los demás, hacer una lista de resoluciones, empalagarse con los “¡Feliz Navidad!” y “¡Feliz Año Nuevo!”; pero prefiero verbalizar un sencillo y escueto mensaje: quisiera que todos, cada uno de ustedes, pudiera alcanzar esta delicada paz que ahora siento, que puedan dedicarse a hacer lo que más les gusta, entretenerse con las actividades que alimentan el alma y permiten evolucionar al espíritu, sólo eso. Lo demás, es apenas paja en el viento.

Felicidades.

2 de diciembre de 2009

Nubes crueles.

Desde temprano, quizás antes del amanecer, el cielo cruzado por nubes bajas, grises, crueles; manchas que oscurecen el azul natural sólo para recordarnos la inclemente sequía, la ausencia de humedad, la crisis que nos agobia desde el pasado agosto. Estoy seguro que más de uno habrá observado el techo vaporoso con ojos inquietos, lanzando maldiciones, implorando lluvias, una posible solución que se resiste a materializarse. La reserva de agua que tenemos en casa, creo, alcanza hasta hoy; a partir de mañana entraremos en una etapa crítica, difícil, porque sospecho que no somos los únicos que buscaremos la ayuda de un camión cisterna para solucionar la escasez. Al mismo tiempo me pregunto cómo hacen en los sectores pobres, desabastecidos, de qué forma se las ingenian para conseguir el vital líquido. La desidia del gobierno levanta frustración con la misma facilidad que el viento de la tarde encrespa el polvo en las calles; de nada sirve quejarse, organizar protestas públicas, cierre de avenidas; hay que entender también que el problema es atmosférico, que el período de invierno se desvaneció, trastocado, tal vez como otra señal del cambio climático. No sé cómo vamos a paliar esta crisis.

Se trata de un inicio de mes bastante caótico; enfrentamos una Navidad seca, mustia, entre la falta de agua y los continuos apagones eléctricos. El gobierno exige sacrificios a una población cansada, depauperada, en completa miseria. A todo esto se suma ahora el problema bancario, el cierre de algunas entidades que involucran el despido de empleados, gente que confió sus ahorros y no obtiene una respuesta concreta por parte de los encargados. Pienso que es probable que las nubes oscuras deseen equipararse a la situación nacional, como un sucio espejo que refleja la ineptitud, la corrupción, los delitos de una clase gobernante engolosinada con el poder, la avaricia, matando un hambre ancestral acumulada durante muchos gobiernos inescrupulosos. Allí está el resultado; por eso insisto en decir que tenemos el gobierno que nos merecemos. No hay otra razón. Pero resulta lamentable que tantas personas humildes tengan que pagar el precio de semejante desidia administrativa y económica.

En la noche. Me impresiona el tamaño de la luna; es un disco plateado con un brillo hipnótico. Después de salir de la oficina, inmerso en el tráfico, observé su solitaria majestad por encima de nuestras cabezas; el crepúsculo se diluía con los últimos resplandores del día, cediendo espacio a la reina absoluta que se levantaba para alargar las sombras. Se trataba de una imagen peculiar, poco corriente: la luna alta en el cielo, redonda, turgente, luminosa, un vistazo inusual que descansaba por encima de las luces continuas de los postes, el río amarillo que formaban los focos de los carros; la imaginé poderosa, solitaria, con la capacidad para ver todo y a todos, desde su trono celestial. Una diosa inconforme y tierna, fría y silenciosa al mismo tiempo. Algo en ella me hizo recordar algunas escenas de la película Moonstruck, donde algunos personajes la llamaban “Cosmo´s moon”.

En el film, protagonizado por Cher y Nicolas Cage, la luna se incorporaba como un personaje más, un personaje secundario, pero siempre presente, arrojando su brillo y misterio a lo largo de toda la trama. Ahora, cada vez que me encuentro con una luna similar, dejo escapar la respiración y susurro entre dientes: “Ah… Cosmo´s moon”. La de esta noche también es especial, gigante, refulgente. Es una luna enigmática, seductora, generadora de ideas y sortilegios. Ya en casa, mientras escribo estas líneas, suena al fondo la voz de la Callas interpretando el aria de “La Reina de la Noche”; imagino su voz como un tributo especial a la otra majestad que pende entre las estrellas…