“…And they say that you don’t know where you’re going,
until you know where you’ve been”.
Barbra Streisand.
Los diarios comenzaron como una catarsis.
Un desahogo. Un monólogo introspectivo que intentaba encontrar respuestas y soluciones. Nada más. Mis intenciones nunca fueron artísticas; escribía porque necesitaba desahogar mis sinsabores, mis fracasos, mis flirteos con algo prohibido y secreto. Las páginas en blanco me ofrecían un paliativo que no encontraba a mi alrededor. A nadie le conté por lo que estaba pasando, no porque evitara compartirlo, sino porque carecía de amistades que pudieran orientarme. La sensación de soledad nunca fue tan intensa como entonces. Sólo el diario atestiguaría mis cortos pasos hacia la eternidad.
Por supuesto, como en todo, el comienzo estuvo plagado de torpezas. No hubo diferencia entre el primer beso, la primera caricia, el primer sexo y la página inicial donde comenzó mi historia. Inicié de forma abrupta, como si viniera de una anotación anterior; los descalabros, el tormento y la inmediatez de mis sentimientos quedaron reflejados allí; todavía hoy sonrío al evocar y releer la forma en que se gestó el periplo amoroso que me llevó a redescubrir mi oculta sexualidad y la pasión por explicarla a través de las letras.
¿Por qué continué? No lo sé; pero se hizo adictivo vomitar todo, TODO, allí dentro. Poco a poco comencé a reseñar la dinámica que nos envolvía, los personajes que giraban a nuestro alrededor, sus historias, sus ilusiones y vergüenzas. Y sin que me percatara del todo, se construyó un trabajo monumental. Ya no sólo escribía sobre nosotros, sino también sobre las motivaciones ajenas, las traiciones, los viajes, los descubrimientos y la evolución que nos arrastró. Aunque lo más importante lograría discernirlo después: al analizar mis impresiones y conclusiones, fui aprendiendo, cada día, nuevos datos que me ayudaron a armar un rompecabezas mayor: mi propia personalidad contradictoria.
En determinado momento, mucho más adelante, me armé de paciencia para ensamblar una coherente correlación de hechos, protagonistas e historias. El trabajo de editar y separar los distintos volúmenes me llevó algún tiempo, pero quedé satisfecho con el resultado. Separé el diario basándome en las distintas etapas por las que he pasado, coloqué títulos a cada libro, agregué fotografías, boletos aéreos, entradas al cine, invitaciones, tarjetas de cumpleaños y cartas manuscritas. Sé que quizás suena un poco pedante decirlo, pero me siento muy orgulloso de lo logrado. Es sin duda mi mejor trabajo literario. La lista completa quedó así…
Diario I: El espejo de las metamorfosis.
1.990 – 1.992
Diario II: Los disfraces del pecado.
1.993 – 1.994
Diario III: El baile de las mariposas.
1.995 – 1.998
Diario IV: Las caricias del camaleón (diario paralelo).
1.998 – 2.006
Diario V: La ronda de los depravados.
1.998 – 2.001
Diario VI: Ángeles & Demonios.
2.001 – 2.003
Diario VII: El eco silencioso.
2.003 – 2.005
Diario VIII: El país de las luciérnagas.
2.005 – (Aún en marcha).
El hombre sobre quien comencé escribiendo ya no existe en mis páginas, ha desaparecido de mi memoria manuscrita; pero hasta el final le agradeceré su inestimable regalo: impulsarme, sin imaginárselo, a dejar constancia de nuestras relaciones y tragedias. Es por él y a través de él que mis diarios comenzaron. Otros hombres vinieron después, otros amores, otras historias… Pero han sido 17 años que nadie podrá arrebatarme ni hacerme olvidar; todo está allí, en esas casi 2.000 páginas secretas.
Hoy, cuando me permito hurgar en lo escrito, algunas veces descubro las causas de determinadas consecuencias. Me gusta poder leer sobre lo que he hecho, pues me ayuda a decidir sobre lo que puedo hacer ahora. En otras palabras: sabiendo el camino que he tomado, alcanzo a ver hacia dónde me dirijo.
until you know where you’ve been”.
Barbra Streisand.
Los diarios comenzaron como una catarsis.
Un desahogo. Un monólogo introspectivo que intentaba encontrar respuestas y soluciones. Nada más. Mis intenciones nunca fueron artísticas; escribía porque necesitaba desahogar mis sinsabores, mis fracasos, mis flirteos con algo prohibido y secreto. Las páginas en blanco me ofrecían un paliativo que no encontraba a mi alrededor. A nadie le conté por lo que estaba pasando, no porque evitara compartirlo, sino porque carecía de amistades que pudieran orientarme. La sensación de soledad nunca fue tan intensa como entonces. Sólo el diario atestiguaría mis cortos pasos hacia la eternidad.
Por supuesto, como en todo, el comienzo estuvo plagado de torpezas. No hubo diferencia entre el primer beso, la primera caricia, el primer sexo y la página inicial donde comenzó mi historia. Inicié de forma abrupta, como si viniera de una anotación anterior; los descalabros, el tormento y la inmediatez de mis sentimientos quedaron reflejados allí; todavía hoy sonrío al evocar y releer la forma en que se gestó el periplo amoroso que me llevó a redescubrir mi oculta sexualidad y la pasión por explicarla a través de las letras.
¿Por qué continué? No lo sé; pero se hizo adictivo vomitar todo, TODO, allí dentro. Poco a poco comencé a reseñar la dinámica que nos envolvía, los personajes que giraban a nuestro alrededor, sus historias, sus ilusiones y vergüenzas. Y sin que me percatara del todo, se construyó un trabajo monumental. Ya no sólo escribía sobre nosotros, sino también sobre las motivaciones ajenas, las traiciones, los viajes, los descubrimientos y la evolución que nos arrastró. Aunque lo más importante lograría discernirlo después: al analizar mis impresiones y conclusiones, fui aprendiendo, cada día, nuevos datos que me ayudaron a armar un rompecabezas mayor: mi propia personalidad contradictoria.
En determinado momento, mucho más adelante, me armé de paciencia para ensamblar una coherente correlación de hechos, protagonistas e historias. El trabajo de editar y separar los distintos volúmenes me llevó algún tiempo, pero quedé satisfecho con el resultado. Separé el diario basándome en las distintas etapas por las que he pasado, coloqué títulos a cada libro, agregué fotografías, boletos aéreos, entradas al cine, invitaciones, tarjetas de cumpleaños y cartas manuscritas. Sé que quizás suena un poco pedante decirlo, pero me siento muy orgulloso de lo logrado. Es sin duda mi mejor trabajo literario. La lista completa quedó así…
Diario I: El espejo de las metamorfosis.
1.990 – 1.992
Diario II: Los disfraces del pecado.
1.993 – 1.994
Diario III: El baile de las mariposas.
1.995 – 1.998
Diario IV: Las caricias del camaleón (diario paralelo).
1.998 – 2.006
Diario V: La ronda de los depravados.
1.998 – 2.001
Diario VI: Ángeles & Demonios.
2.001 – 2.003
Diario VII: El eco silencioso.
2.003 – 2.005
Diario VIII: El país de las luciérnagas.
2.005 – (Aún en marcha).
El hombre sobre quien comencé escribiendo ya no existe en mis páginas, ha desaparecido de mi memoria manuscrita; pero hasta el final le agradeceré su inestimable regalo: impulsarme, sin imaginárselo, a dejar constancia de nuestras relaciones y tragedias. Es por él y a través de él que mis diarios comenzaron. Otros hombres vinieron después, otros amores, otras historias… Pero han sido 17 años que nadie podrá arrebatarme ni hacerme olvidar; todo está allí, en esas casi 2.000 páginas secretas.
Hoy, cuando me permito hurgar en lo escrito, algunas veces descubro las causas de determinadas consecuencias. Me gusta poder leer sobre lo que he hecho, pues me ayuda a decidir sobre lo que puedo hacer ahora. En otras palabras: sabiendo el camino que he tomado, alcanzo a ver hacia dónde me dirijo.
6 comentarios:
2000 páginas!! Guau, eso es más de lo que yo podría escribir en toda la vida! A mí me gustaría leer algún día los de Yourcenar, pero para eso faltan unos treinta años (por testamento prohibió que se publicaran hasta transcurridos 50 años de su muerte). Me imagino que no será ud tan pudoroso y nos dejará leer algo antes de esa fecha (sobre todo lo que sucedió con EL)
Excelente texto. Al reencontrarte con las páginas de tu diario te reconoces: eres tú. Y ya no lo eres, lo leen los mismos ojos pero la mirada ha cambiado. Y precisamente esa lectura ha influído en el cambio porque reflexionando sobre el pasado aspiramos a mejorarnos. De ahí lo positivo de llevar un diario.
Saludos.
Me gusta eso del País de las luciérnagas...aunque como sabrás su luz es efímera, y supongo que ya que has llegado hasta aquí tendrás que continuar en la senda.
Siempre son más que palabras, querido.
Un abrazo.
MIENTRAS MIS ILUSTRACIONES LITERARIAS SON UNA INSPIRACION DE CARRIE BRADSHAW,LAS TUYAS SON SIN LUGAR A DUDAS UNA MUSA AL ESTILO VIRGINIA WOOLF...QUIEN PODRIA INTERPRETARTE EN EL CINE? (no se vale nicole kidman)SIN LUGAR A DUDAS ME APETECERIA HACER DE TI,SERIA DIVINO PARA MI (ACTOR) ARMAR MI INTERPRETACION DEL (TU) PERSONAJE,CON LO CUAL TENDRIA LA EXCUSA PERFECTA PARA DEVORAR TODOS Y CADA UNO DE LOS DIARIOS,A FIN DE DARLE CUERPO Y CREDIBILIDAD A LAS EMOCIONES AJENAS...
Ps.estoy flipando! quien seria la fabulosa estrella con las responsabilidad de interpretarme a mi el dia que nuestros caminos se cruzaron breve pero contundentemente?...jajaja...Abierto el casting!
Un Beso.
***GABO***
Bendita constancia la tuya.
Y el orgullo que uno debe sentir al mirar semejante obra?
Te felicito :)
Hola, Luis. Te escribo desde Portugal. Siento mucho no haber compartido aquella cena que pautamos con Annabel,pero bueno, aquí estamos. Te descubrí por el rastro del capibara, en donde escribe nuestro amigo en común Mario, al que le comenté su crónica. Yo estoy con él en el blog del apéndice de pablo, por si te apetece comentar, leer, visitarnos. Escribo justamente en este post, aunque he leido y disfrutado de muchos otros, porque de verdad me parece admirable, festejable, laureable, tu tenacidad y constancia. Quisiera ya yo tener una cuarta parte de eso.
Que sigan tus éxitos en todo.
Ana Lucía De Bastos
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