6 de mayo de 2007

La señora Dalloway latina.

"Oh what snobs the English are. How they love dressing up".
Mrs. Dalloway.
Virginia Woolf.
Nunca sabré si su día comenzó con la idea de comprar las flores ella misma, pero sí sé que estuvo plagado de múltiples decisiones banales para poder ofrecer una cena tan memorable y placentera. Mi querida amiga Rosaxna cumplió años y decidió ofrecer una íntima comida en su casa, al aire libre.
Puedo imaginarla batallando con los encargados de las mesas y las sillas, con el cocinero que se encargaría del menú, las diferentes llamadas telefónicas para confirmar la asistencia; la visualizo perfectamente discutiendo los últimos detalles referentes a la decoración, la distribución de bebidas y la música. Ella puede quejarse todo cuanto pueda (y quiera), pero es incuestionable que se encuentra en su elemento: distribuye, planifica, ejecuta, supervisa; y más aún en esta fecha, su propio cumpleaños. Lucha por ser una anfitriona ejemplar.
La noche se presenta no tan calurosa, a pesar de la época en la que estamos. He decidido llegar no tan pronto, tampoco muy tarde, lo suficiente para encontrarla desplegando sonrisas y prestando atención a los detalles; nada puede salir mal, no hoy. Es así como compruebo que mi apreciación no estaba equivocada: contemplo una versión latina de la mítica señora Dalloway. Es su noche, es su cena; y el éxito descansa precariamente sobre un delicado tinglado de conveniencias sociales.
No deseo brindar la impresión de que mi amiga sea tan superficial, pero reconozco que el círculo de amigas que la rodea se preocupa más por prendas de vestir que por la masacre diaria en Irak. Son mujeres (y hombres) que disfrutan de estas periódicas escapadas para reír despreocupadamente, comparar modelos de teléfonos celulares y planificar próximos encuentros. Han nacido así, han crecido así, interactúan con personajes similares y privilegiados, y es probable que partan de este mundo de la misma manera: sin traumas, sin lamentaciones. ¡Qué gozo! ¡Qué delicia!
Y ellos disfrutan intentando olvidar por unas horas que vivimos en un país lleno de miserias, con un presidente poco responsable que se preocupa más por figurar en el exterior que por ocuparse de las carencias que enajenan la nación que se jacta de gobernar. Esta noche no existe el desempleo, la creciente delincuencia, la corrupción vergonzosa ni los atropellos arbitrarios en contra de lo que alguna vez fue una de las democracias más sólidas del continente.
Pero he allí que Rosaxna ha triunfado: la cena ha quedado perfecta y el vino es inmejorable; la conversación fue rica y chispeante, permitiéndonos a todos coincidir en la maravillosa velada que hemos compartido. Quizás mañana nos toque, de nuevo, lidiar con las realidades postergadas; pero, por esta noche, la señora Dalloway ha triunfado en su cometido.

4 comentarios:

Para, creo que voy a vomitar dijo...

Tengo pendiente leerme ese libro, aunque sé de ella por el increíble "Las Horas".

Yo pienso que hay tiempo para todo. Para la distensión, para la preocupación, para la conversación, para la banalidad, para la profundidad... Lo malo es que hay gente que sólo se queda en una de ellas.

Seguro que Virgina Woolf no era una de ellas. Ni tú tampoco! :)

Un saludo y ya era hora de que volvieras!!!

Ps: Gracias siempre por tus palabras

sergio dijo...

Digamos que para que su amiga Roxana alzanzara el rango de "Sra Dalloway" era necesario, imprescindible, que eso, lo que no entró, lo feo, lo oscuro del mundo hubiera ingresado. Aunque más no sea en sus pensamientos, los de ella.

José Manuel Martínez Sánchez dijo...

Magnífico, tus textos son de gran calidad, es un placer pasar por aquí. Abrazos, ;)

Anónimo dijo...

LA EXQUISITA BANALIDAD QUE ACOMPAñA UNA COPA DE CABERNET Y UN CIGARRILLO AMISTOSO O CON FLIRTEO NO TIENE PRECIO...PARA TODO LO DEMAS EXISTE MASTER CARD.

***GABO***