"Me olvido de gozar de lo que poseo, de mis increíbles tesoros. Vuelvo a viajar, emocionalmente, incansable, mientras quede terreno por descubrir, vidas por vivir, hombres por conocer. Qué locura. Quiero hallar la dicha. Quiero detenerme y gozar de la vida. Este será el diario de mi goce". Anaïs Nin
13 de abril de 2008
7 de abril de 2008
"Peor que tú", de Gabriel Torrelles.
Lo primero que llamó mi atención fue la disimulada timidez desplegada en sus gestos, la economía de su lenguaje. Ante mí, literalmente, tenía a un muchacho con ideas radicales, imponentes, pero sigilosas; tan peligrosas como la sonrisa de una serpiente. Y lo primero que nos dejó saber era que disfrutaba con lecturas tan disímiles como Borges y Philip K. Dick. Conforme fuimos interactuando, descubrí que sólo abría su boca para hacer comentarios pertinentes, agudos y certeros. Fue un privilegio, ciertamente, compartir con él la mesa de discusión en el taller de narrativa de Monte Ávila Editores.
Los meses siguientes dieron paso a la consolidación de una amena amistad literaria, detalle que agradezco infinitamente. Gabriel Torrelles es uno de esos amigos que hay que tener en cuenta a la hora de analizar un texto, de emitir una opinión válida, discutir una buena película de cine independiente o desglosar alguna lectura hecha. Es por ello que compartí su satisfacción cuando me comunicó la publicación de su primera novela: Peor que tú. Era la culminación de un sueño: todos aquellos que escribimos entendemos esa deliciosa tortura.
Peor que tú me impresionó, desde un principio, en múltiples formas. La voz narrativa, la descripción mordazmente poética, el simbolismo implícito en cada párrafo, las emociones volcadas y exorcizadas en cada página, el despliegue de ironía y desesperanza… ¿Cómo no evocar mi propia etapa adolescente, tan turbulenta y tragicómica? Tenía ante mí un espejo mágico donde, estoy seguro, no sólo yo vería las semejanzas de una época visceral y tumultuosa. De alguna forma, Gabriel se las había ingeniado para contar la historia de todos, acumulando fragmentos para armar un rompecabezas colectivo. Fue, ha sido, una lectura memorable e imperecedera.
Y la técnica empleada es magistral. En algunos momentos no pude evitar recordar La historia interminable, de Michael Ende; otras fue El mundo de Sofía, de Jostein Gaarder; o cualquier exponente del maravilloso realismo mágico latinoamericano. Mis lecturas no son amplias: lo confieso; pero sé identificar un buen libro cuando me topo con él, y Peor que tú lo es. Lo digo sin reservas. Llegar a la última página, después de un desarrollo trepidante, significó una despedida agridulce.
Me siento muy contento por su logro alcanzado. Intuyo que su nombre no pasará desapercibido. Apostó riesgosamente por una propuesta literaria y salió ganando. De hecho, todos hemos salido ganando.
Mis respetos, Gabriel…
Los meses siguientes dieron paso a la consolidación de una amena amistad literaria, detalle que agradezco infinitamente. Gabriel Torrelles es uno de esos amigos que hay que tener en cuenta a la hora de analizar un texto, de emitir una opinión válida, discutir una buena película de cine independiente o desglosar alguna lectura hecha. Es por ello que compartí su satisfacción cuando me comunicó la publicación de su primera novela: Peor que tú. Era la culminación de un sueño: todos aquellos que escribimos entendemos esa deliciosa tortura.
Peor que tú me impresionó, desde un principio, en múltiples formas. La voz narrativa, la descripción mordazmente poética, el simbolismo implícito en cada párrafo, las emociones volcadas y exorcizadas en cada página, el despliegue de ironía y desesperanza… ¿Cómo no evocar mi propia etapa adolescente, tan turbulenta y tragicómica? Tenía ante mí un espejo mágico donde, estoy seguro, no sólo yo vería las semejanzas de una época visceral y tumultuosa. De alguna forma, Gabriel se las había ingeniado para contar la historia de todos, acumulando fragmentos para armar un rompecabezas colectivo. Fue, ha sido, una lectura memorable e imperecedera.
Y la técnica empleada es magistral. En algunos momentos no pude evitar recordar La historia interminable, de Michael Ende; otras fue El mundo de Sofía, de Jostein Gaarder; o cualquier exponente del maravilloso realismo mágico latinoamericano. Mis lecturas no son amplias: lo confieso; pero sé identificar un buen libro cuando me topo con él, y Peor que tú lo es. Lo digo sin reservas. Llegar a la última página, después de un desarrollo trepidante, significó una despedida agridulce.
Me siento muy contento por su logro alcanzado. Intuyo que su nombre no pasará desapercibido. Apostó riesgosamente por una propuesta literaria y salió ganando. De hecho, todos hemos salido ganando.
Mis respetos, Gabriel…
Suscribirse a:
Entradas (Atom)