8 de julio de 2008

Los colores del amor.

El lugar donde tomo mis clases de pintura es muy agradable. Es un parque público. Allí hay un salón con amplios ventanales que dan a un jardín lleno de colores y fragancias. Me gusta mucho. Suele haber un grupo regular, pero de vez en cuando acuden desconocidos.

Allí no se habla mucho, salvo para preguntar sobre alguna técnica o tonalidad lograda. El silencio nos envuelve, aunque una que otra vez alguien se ocupa de llevar un pequeño reproductor de música y la mayoría nos extasiamos escuchando arias de Tosca, Lucia di Lammermoor, La Bohème o incluso Vivaldi, Strauss, Chopin y Tchaikovsky. Sí, sé que suena raro en un pequeño pueblo de provincia, en una escuela de pintura, en un parque público; pero sucede.

Lamentablemente, debido a mis nuevas actividades literarias (estoy escribiendo mi primera novela), no me ha sido posible acudir más a este rincón verde dentro de mi pueblo. Pero no he dejado de pintar ni de recordar las amenas veladas que allí pasé.

Una de las últimas fue bastante especial. Cerca de mi puesto se ubicaron un par de chicas adolescentes; no creo que superaran los dieciséis años ninguna de las dos. Como es costumbre a esta edad, las muchachas se entretenían en hablar en voz alta, discutiendo sobre sus afortunados romances y las presiones paternas. A pesar de la música y del lienzo frente a mí, me descubrí prestando atención a la charla ajena.

Conforme la diatriba continuaba no pude evitar sentirme identificado con lo que ellas discutían. Una salía con un chico mucho mayor, escondida de su familia, dijo amarlo con locura; la otra se mostró un poco más reservada, pero terminó confesando que había llegado un poco lejos con su novio. Ninguna supo que era escuchada, o pareció no importarle. Dio igual. Siguieron exaltando las bondades del amor, la loca pasión, la excitación del riesgo; esa idea bellamente adolescente de que el amor todo lo vence y todo lo puede. No existen sombras en sus respectivos paraísos sentimentales. Pero ignoran que los nubarrones se avecinan…

Al mismo tiempo que intentaba mezclar el verde con el blanco, buscando un tercer color en mi paleta, me detuve a recordar cuándo fue la última vez que pensé así, que me sentí así. Percibí tanta ingenuidad en la charla que escuchaba subrepticiamente que de nuevo me permití una sonrisa de condescendencia. Una vez yo fui así, amando ilimitadamente, esperando todo lo mejor, dando el máximo sin esperar nada a cambio. El amor ideal. Perfecto. Fantástico.

Una vez creí que el amor podía durar para siempre, que todo lo conquistaba y nada lo detendría. Yo también tenía dieciséis años. Pero las decepciones vinieron, las frustraciones no se mantuvieron muy alejadas y el sabor amargo de los fracasos quiso unirse al baile de mis desamores. Creo que en el fondo, a pesar de todo, cada uno de nosotros quiere amar así; en la adolescencia y en la vejez. Pero el amor jamás es perfecto. Sólo más adelante se descubre eso, usualmente por las malas.

Levanté mi vista y las observé. Estaban llenas de lozanía, juventud, esperanza. Una parte de mí quiso acercarse y explicarles que no siempre será todo tan idílico, tan dulcemente hermoso; advertirles a tiempo para que se preparen para la tormenta. Pero la otra parte reconoció que cada camino es individual y cada experiencia es única. Yo tuve mi aprendizaje, lo agradezco hoy. Quizás a ellas les vaya mejor, tal vez podría resultarles peor; no lo sé. Sólo supe que debía mezclar más blanco si deseaba un verde mucho más pálido.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola! pasaba a leer y que interesante todo lo que estas haciendo, muy chevere de verdad, debo decir, que escribir un linbro esta entre mis proximos planes...

Sooo Saludos!

Sebastian Filipputti dijo...

Las frutas cuando maduran cambian su tonalidad...
Por lo que me ha tocado, sólo siendo libre, sin presiones propias, satisfecho de uno mismo y lleno de logros personales es que he podido combinar deseos, cariño, hedonismo, pasión frenética y amor sin perder la razón o la cordura, sabiendo que mientras mas verde sea mi jardín, solas llegarán las aves mas bellas buscando su sitio ideal para anidar; que unicamente mi espacio puede dar sin lugar a la duda; y es que las flores se huelen de lejos y mis colores se saben a distancia en calidad cuando amo lo que hago y siento placer de mí mismo disfrutandome de verdad. No esperaré a amar para que me amen, me amarán primero y sabré la persona indicada cuando sienta lo mismo a la misma vez....
Un abrazo y mis saludos

Carlos LABARTA dijo...

Me encabta tu forma de escribir! NO dejes de hacerlo nunca.
Un saludo

Pablö dijo...

precisamente la gracia esta, no solo en vivir las propias experiencias y crecer con ellas, sino que vivir cada momento de acuerdo a la falta de experiencia y a la ingenuidad de cada edad, de cada etapa... mejor no advertirles y que sufra luego, a advertirles y que se pierdan la experiencia de amar por miedo a las consecuencias.

que lindo que en tu pequeño pueblo hayan ese tipo de espacios... probablemente en el mio tambien los haya... quiza algun dia me aventurare a descubrirlos...

un abrazo
saludos!!!

NeoGabox dijo...

Excelente...
Ojalá pudiera tomar clases de pintura, eso lo voy a poner en mis "To do"...
El amor... Yo he llegado a la conclusión de que incluye todos los colores del círculo cromático, aunque pocos los usamos a plenitud...

"Saludos Monocromáticos"

Carlos LABARTA dijo...

Digamos también que el amor no es un color, que puede ser El color y que sino es un color, debe de ser El pincel...

Anónimo dijo...

un relato bondadoso, de agradecer, inspira nostalgia, sencillez

Alejandro Pravia dijo...

Yo vi clases de pintura, de hecho pasé dos veces por academias distintas de las cuales aprendí mucho. Cuando intentaba mesclar pinturas me enredaba porque habían tantos colores que a la final siempre se ganaban los pasteles mi adoración. Con respecto al amor, bueno, si hay muchos colores, y a veces no se consigue el tono que tanto se busca mezclando aquí y empatando allá, pero he ahí la idea del amor, que es imperfecto como nosotros, indomable y a veces surreal, lejos de la comprensión y cercano a nosotros, al sentimiento propio. El amor no es eterno, nuestras vidas tampoco, el amor cambia, nosotros también.

El amor, es el amor. El amor idílico no existe la persona ideal tampoco, en algo siempre vamos a diferir y aún así nos enamoramos ¿no?

Dios te bendiga! ME gustó el escrito!

Orbitante dijo...

El amor es como una canción de Rosario Flores: "De mil colores"

Saludos!

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Hola, amigo venezolano. Cada tanto leo tus comentarios en el blog de "Planeta Sergio" a quien visito asiduamente. Hoy recién leí tu perfil y me sorprendió gratamente que entre tus libros favoritos hubieses puesto a "Memorias de Adriano" y "Muerte en Venecia", son dos libros que vuelvo a leer casi todos los años de nuevo. Hipnóticos totales. También me gusta la pintura, aunque no voy a ninguna clase y alguna vez hice unas góndolas en aguada que me remiten al libro que adoramos. La Venecia de la peste, la desolación y el amor no correspondido.
Me gustó visitarte, vecino distante de pueblo chico. Aquí en Argentina también vivo en un lugar pequeño, rodeado de zonas viñateras.
Volveré a visitarte pronto.

El Castor dijo...

Muy buen texto. ¿No podías compaginar la escritura con el aprendizaje de la pintura en este lugar privilegiado?.
Saludos.

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu texto. Es curioso como a veces somos espectadores de las vidas de los demás. A mi también me produce envidia ese candor e ilusión con la que se viven los primeros amores. Desgraciadamente la vida te lleva por caminos inesperados...
Aunque, como dice Abusus, hay que crear un verde jardín lleno de flores para que los más hermosos pájaros puedan volver a anidar en él.
Ha sido un placer visitarte.

sergio dijo...

me pregunto si los años enseñan algo en el plano amoroso. según unas amigas cuando la tormenta viene, viene. Lo bueno de los años es que uno se repone más rápidamente de sus efectos (digo, tal vez no demoremos años en darnos cuenta que algo no está bueno)

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Sergio, perdoname que no coincida con vos, lo malo de los años es que nos reponemos PEOR de los amores no correspondidos. Después de la tercera decena de años (un incendio de velas en la torta) el cuerpo y no solo la mente se encargan de hacerte padecer el sentimiento por el pérfido, sí, ese que aparece, promete y despues, chau, cambio de planes y te deja, como dice Cortázar, partida con un rayo, estaqueada en el medio de un patio. El amor no se elige, NOS ELIGE y esa es su gran bendición y su gran maldición.
Yo, por lo menos, pierdo peso, encanezco, tengo problemas intestinales crónicos, dolores de cabeza... y una lista que ni Woody Allen te podría dar.
Después la seguimos, un beso luisgui y te espero por proyecto maría castaña.

Yai dijo...

Desde que leí el título de este escrito pensé en uno de mis libros favoritos: Cuentos de color, y así es el amor, pálido por instantes y enceguecedor al parpadear, cada quien ama de un color diferente; quizá extrañamos amar con un verde ingenuo, pero al final se logra amar en tonos diversos y hay que tener alma para vislumbrar esas formas de amar en color...

SirThePre dijo...

Hay cosas que todos tenemos que vivir, y no está bien anticipar a nadie el resultado final :).



Mance.

Unknown dijo...

Maravilloso!!!!
Tan simple pero tan delicado a la vez de resumir, la Cándidez del Amor!!!!ó creemos que es amor!!, más allá de una linda ilusión que nos irradia de muchos colores, con matices, degradaciones, claros oscuros, que llenan de emociones nuestras vidas tan solo por instantes!!!