Hay ideas que llegan cuando uno menos las espera, tal vez a mitad de una lectura, mientras se conversa con alguien, al mismo tiempo que se observa una fotografía, al principio o final de una canción; lo importante es tener la seguridad de aferrar sus contornos, verla a los ojos, atreverse a masticar sus bordes, porque existe la posibilidad de que allí esté escondido un buen tema, una trama incierta que se puede desarrollar en múltiples formas. Escribo esto bajo la premisa de que se trata de un mal común, que a casi todos nos pasa, pero reconozco que la mayoría de las veces lo he adjudicado a un filón poco explorado de mi neurosis regular, un rasgo enfermizo del que a veces me valgo para crear historias.
Luego suele suceder, en un breve momento de calma, una vez que he descubierto la idea, que me pregunte de dónde vienen esas imágenes, esas palabras que buscan rápido acomodo una detrás de la otra, hasta formar una oración coherente y sugestiva, una línea que nace preñada por otros renglones subordinados, como si un ente superior e intangible se inclinara para susurrarlas al oído. Suele acontecer justo antes de quedarme dormido, en ese impreciso espacio que va de la vigilia a la inconciencia, entonces me disciplino para estirar los dedos, buscar la hoja de papel, garabatear algunos fragmentos que me permitan recuperar parte de su significado una vez que haya vuelto de mi travesía onírica; pero también ha sido frecuente que la indolencia pueda más, y no pocas ideas se me han escapado al sucumbir a la flojera, a la pesadez de los párpados, al “mañana lo anoto, no lo voy a olvidar”.
Lo más triste es asumir al despertar que la inspiración estuvo ahí, literalmente al alcance de los dedos, pero el recuerdo no es completo, uno sólo recuerda que tuvo una idea, pero no el contenido de la idea; eso es muy frustrante. He leído que hay quien soluciona estas cosas a través del sueño, que el subconsciente le ofrece respuestas para solucionar un bloqueo creativo; a mí nunca me ha sucedido. Pero lo que me produce mucha curiosidad es la génesis literaria, la raíz narrativa que luego se extiende con vida propia, ensanchando sus partes, multiplicando los frutos y descargando con generosidad su savia nutritiva. Soy de la impresión que uno como escritor se alimenta de todo, hasta de los más mínimos detalles, porque incluso las minúsculas partículas tienen su esencia e historia particular; entonces me aprovecho de todo: aromas, sonidos, colores, frases, líneas en un libro, trazos en una pintura, la mirada de un desconocido, el compás de una tonada, porque la inspiración reside fragmentada, matizada, y sólo hay que prestar atención para juntar las piezas precisas y ensamblar el rompecabezas literario.
Pero me he desviado de la cuestión inicial: ¿qué es lo que exactamente propicia la historia? ¿De dónde proviene la necesidad de juntar letras para formar palabras y ordenar frases aleatorias que den vida a una historia específica? ¿Por qué la urgencia de volcar esas imágenes y sensaciones en una hoja en blanco? ¿Qué persigue el autor con cada alumbramiento diario, progresivo? Creo que la magia reside en el misterio, en el enigma, como uno de esos actos de prestidigitación que se observan en un mago; pero el encanto se desvanece si nos enteramos de la explicación, de la solución racional a un efecto visual que nos permite evadir la realidad por algunos minutos. Sólo que algunos somos muy curiosos, queremos ir tras bastidores y adentrarnos en el laberinto creativo de cada autor, sus motivos íntimos, el gatillo que acciona un proceso peculiar en cada uno. Porque la magia sigue allí, nada más quisiéramos ampliar sus contornos.
Así, me he propuesto organizar una compilación que intente responder a mis interrogantes, y de esa forma abarcar otras preguntas, otras inquietudes creativas; pero se trata de un proyecto ambicioso, titánico, porque implica ponerme de acuerdo con muchas mentes luminosas, sagaces, intuitivas. De cualquier forma, tengo la impresión de que el resultado final será interesante, sugerente, atractivo desde el punto de vista narrativo. Cada uno de esos escritores cuyo trabajo hemos admirado, cuyas tramas nos han inspirado, ¿en qué se fundamentan? ¿Cómo inician sus trabajos? ¿Qué los motiva a perseverar una y otra vez, para regalarnos historias verosímiles y fantásticas? ¿Cuál es la semilla común que engendra palacios, mendigos, romances, traiciones, esquizofrenias, asesinatos y obras de arte? Poco a poco lo voy descubriendo, y estimo que la solución final será tan heterogénea como es homogénea la necesidad de plasmar todo eso en un papel.
Luego suele suceder, en un breve momento de calma, una vez que he descubierto la idea, que me pregunte de dónde vienen esas imágenes, esas palabras que buscan rápido acomodo una detrás de la otra, hasta formar una oración coherente y sugestiva, una línea que nace preñada por otros renglones subordinados, como si un ente superior e intangible se inclinara para susurrarlas al oído. Suele acontecer justo antes de quedarme dormido, en ese impreciso espacio que va de la vigilia a la inconciencia, entonces me disciplino para estirar los dedos, buscar la hoja de papel, garabatear algunos fragmentos que me permitan recuperar parte de su significado una vez que haya vuelto de mi travesía onírica; pero también ha sido frecuente que la indolencia pueda más, y no pocas ideas se me han escapado al sucumbir a la flojera, a la pesadez de los párpados, al “mañana lo anoto, no lo voy a olvidar”.
Lo más triste es asumir al despertar que la inspiración estuvo ahí, literalmente al alcance de los dedos, pero el recuerdo no es completo, uno sólo recuerda que tuvo una idea, pero no el contenido de la idea; eso es muy frustrante. He leído que hay quien soluciona estas cosas a través del sueño, que el subconsciente le ofrece respuestas para solucionar un bloqueo creativo; a mí nunca me ha sucedido. Pero lo que me produce mucha curiosidad es la génesis literaria, la raíz narrativa que luego se extiende con vida propia, ensanchando sus partes, multiplicando los frutos y descargando con generosidad su savia nutritiva. Soy de la impresión que uno como escritor se alimenta de todo, hasta de los más mínimos detalles, porque incluso las minúsculas partículas tienen su esencia e historia particular; entonces me aprovecho de todo: aromas, sonidos, colores, frases, líneas en un libro, trazos en una pintura, la mirada de un desconocido, el compás de una tonada, porque la inspiración reside fragmentada, matizada, y sólo hay que prestar atención para juntar las piezas precisas y ensamblar el rompecabezas literario.
Pero me he desviado de la cuestión inicial: ¿qué es lo que exactamente propicia la historia? ¿De dónde proviene la necesidad de juntar letras para formar palabras y ordenar frases aleatorias que den vida a una historia específica? ¿Por qué la urgencia de volcar esas imágenes y sensaciones en una hoja en blanco? ¿Qué persigue el autor con cada alumbramiento diario, progresivo? Creo que la magia reside en el misterio, en el enigma, como uno de esos actos de prestidigitación que se observan en un mago; pero el encanto se desvanece si nos enteramos de la explicación, de la solución racional a un efecto visual que nos permite evadir la realidad por algunos minutos. Sólo que algunos somos muy curiosos, queremos ir tras bastidores y adentrarnos en el laberinto creativo de cada autor, sus motivos íntimos, el gatillo que acciona un proceso peculiar en cada uno. Porque la magia sigue allí, nada más quisiéramos ampliar sus contornos.
Así, me he propuesto organizar una compilación que intente responder a mis interrogantes, y de esa forma abarcar otras preguntas, otras inquietudes creativas; pero se trata de un proyecto ambicioso, titánico, porque implica ponerme de acuerdo con muchas mentes luminosas, sagaces, intuitivas. De cualquier forma, tengo la impresión de que el resultado final será interesante, sugerente, atractivo desde el punto de vista narrativo. Cada uno de esos escritores cuyo trabajo hemos admirado, cuyas tramas nos han inspirado, ¿en qué se fundamentan? ¿Cómo inician sus trabajos? ¿Qué los motiva a perseverar una y otra vez, para regalarnos historias verosímiles y fantásticas? ¿Cuál es la semilla común que engendra palacios, mendigos, romances, traiciones, esquizofrenias, asesinatos y obras de arte? Poco a poco lo voy descubriendo, y estimo que la solución final será tan heterogénea como es homogénea la necesidad de plasmar todo eso en un papel.
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