De mi diario manuscrito…
"Vamos a tomarnos un jugo", decide él, dueño por entero de la situación.
Yo acepto.
Acepto porque sí, porque no tengo otra opción, no existen alternativas; como si estuviera
preso dentro de un mundo onírico, ni siquiera se me ocurre sopesar otras posibilidades. Él, el macho, toma la iniciativa; y yo lo sigo, en silencio.
Pero no se imagina que internamente sonrío.
Me siento atrapado, debo reconocerlo, aunque no obsesionado.
El recuerdo de nuestro último encuentro me acompaña, superponiéndose a la cascada de reminiscencias que de continuo provoca. El lugar donde nos conocimos; la serenata que me ofreció por mi cumpleaños; los viajes nocturnos por la sabana, en rústica cacería; los toros coleados… Tanto, en tan poco tiempo. ¿O acaso me confundo? ¿Ha sido tanto? ¿Es poco el tiempo?
Añoro su sonrisa traviesa, sus ojos entrecerrados al reír, la tonalidad pálida de su piel, el porte recio y varonil; todo. Me siento enamorado de un sueño, una fantasía, un espectro proyectado para amalgamar mis deseos; pero dudo en reconocer este enamoramiento. No puedo hacer más.
Y él no es mío. Es un hombre casado.
¿Contradictorio? ¿Una vergüenza? ¿Un pecado? Quizás; pero ya hace mucho que dejé de preocuparme por los convencionalismos. Ahora sólo importa lo que él (sin poder remediarlo, sin saberlo del todo) provoca en mi cuerpo, evoca en mi mente y convoca en mis sentidos. Es una pasión flamígera, imprudente e irracional. Pero, ¿cuándo un deseo ardiente ha visto la realidad tal como es?
Él nada sabe sobre este sentimiento repentino que suplanta todo lo vivido. No se lo he dicho. Tal vez sea irresponsabilidad de mi parte. No obstante, lo único que importa es lo compartido, la simbiosis secreta y taciturna que hemos desplegado. La pasión clandestina resulta más fuerte, más intensa… y más peligrosa, a nivel emocional: lo reconozco.
Es poco probable que el autor de mis tormentos esté del todo ajeno a lo que enciende en mis entrañas. Establecemos un lenguaje simbólico, gestual y bidireccional que ambos interpretamos sin lúdicas confusiones. Cuando digo que él nada sabe, me refiero a la certeza de la confesión. Pero estoy seguro de que ha sabido leer más allá de mi lenguaje corporal.
Aún así, permanece allí: viril, sereno, incólume, sonriente.
En alguna parte he leído que todos los seres humanos nacemos predeterminados hacia la bisexualidad, sólo que la pacata sociedad se encarga de establecer parámetros disímiles entre mente y cuerpo. ¿Sería posible que su anuencia se deba a algún recóndito rastro de atracción homosexual? No lo sé.
Sólo sé que él continúa allí. Atento. Deferente. Solícito. Reservado.
Múltiples fantasías pueblan mis noches. Ignoro hacia dónde me dirijo.
Pero él no se imagina que internamente sonrío.
5 comentarios:
Bisexualida? Ufffff, complicado tema!! Yo personalmente no creo en ella, pero es por mi experiencia, es decir, por toda la gente bisexual que he conocido y que luego SÓLO se enamoran de personas de su mismo sexo.
No sé, no sé.
Por cierto, las obsesiones en dosis pequeñas no son malas :) Saboréalas!
Oh! Con un casado, ¡Que chic!
Mmmmm, qué tema el suyo! Yo soy de las que apoya la bisexualidad por naturaleza. Sin embargo, no dejo de creer que eso es algo momentáneo y que en algún momento uno se define pero, como usted ya mencionó en el texto, la pacata sociedad que nos reprime ve mejor la bisexualidad a la homosexualidad (tal vez sea que en la primera creen en un posible cambio -que generalmente no sucede ja!-).
No he vivido tanto como para dar recomendaciones y tampoco lo conozco a usted, pero con sólo ésto puedo decirle: estar con bisexuales trae problemas y uno termina sufriendo demasiado....Esa incertidumbre hacia los sentimientos ambivalentes de la otra persona.....horrible! Y cuando ya es muy tarde para dar la media vuelta, abrir la puerta y disparar, uno está inserto en un mundo alucinógeno y pierde noción de todo lo que creía saber, sentir o lo que sea.
A parte de estas apreciaciones personales, está bueno este diario...me gusta su forma de expresarse.
Gracias por su comentario en mi blog.
Saludos.
Muy de acuerdo con lo que dice "Para, creo que..."
Creo que en una relación así hay que vivir el momento sin agobiar al otro, ni plantearse nada. Pasar unos buenos momentos, intentar que sean frecuentes, que el otro se sienta bien... y ya está.
Saludos.
Lindo texto. Siempre que lo leo pienso en Puig y en Lemebel y en Perlongher. Digo por el lenguaje, tan excesivo y rico.
En cuanto al tema, me pregunto si es real o es un texto ficcional. En cualquier caso, funciona.
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