15 de noviembre de 2009

2012

Si el productor Irwin Allen hubiese estado interesado en encontrar un sucesor para sus películas de desastre, se habría sentido complacido con el trabajo de Roland Emmerich. Ambos han logrado ensamblar piezas memorables, con efectos especiales espectaculares, empujando a los protagonistas a vivir experiencias al límite, inesperadas, en situaciones que escapan a su control, pero que no los amilana ni evita que busquen alternativas. Se trata de un cine evasivo, dramático, fantástico; y creo que el trabajo de los dos cineastas, guardando las distancias, logra entretener al público de la mejor manera, permitiéndole desconectarse de la realidad cotidiana por un par de horas, inmerso en las desventuras de un grupo de sobrevivientes con mucho para perder.

Me cuesta identificar con exactitud las razones específicas por las cuales el género de desastre me atrae tanto; se trata de una postura pendular, extremista, porque disfruto mucho también con el cine intelectual europeo, introspectivo, sosegado en la superficie, pero con remolinos en la profundidad. Me aproximé a las películas de Irwin Allen en plena adolescencia: La aventura del Poseidón, Infierno en la torre, Más allá del Poseidón, El enjambre, Inundación, y al final, cuando se había superado el clímax cinematográfico, las entregas que hizo especialmente para la televisión: Ciudad en llamas, When time ran out (que nunca supe porqué inventaban traducciones erróneas para el título) y otras cintas menores que no tuvieron la acogida de las primeras entregas. Ya se había entrado en la década de los 80 y temas diferentes atraían a un público siempre exigente. Pero las historias que Allen filmó perduraron, se hicieron un lugar con cierto esfuerzo, dejaron abierta la brecha para un tipo particular de cine; existía el western, el melodrama, bélico, musical (que recientemente tuvo un repunte), comedia; entonces quedó registrado otro tema, el cine de desastre.

A través de los años y con la reedición de títulos pretéritos en formato DVD, me ocupé de rastrear la filmografía de Allen. En un mundo globalizado, reconozco que no se me hizo difícil encontrar los títulos principales, en formato original (soy neurótico, lo confieso), y siempre ando a la caza de cualquier tirada que me permita ponerle las manos a producciones elusivas. Pero lo que menos esperaba era enfrentarme con otro realizar que tuviese las mismas inquietudes de Allen. Roland Emmerich, hasta ahora, no me ha decepcionado. Hubo otros cineastas que intentaron una aproximación al género con cintas marginales: Dante´s Peak, la serie Aeropuerto (en sus entregas 75, 78 y 80, respectivamente), Volcano, Impacto profundo, Armaggedon, Twister, pero ninguno con un interés particular en el tema.

Emmerich, desde el principio, se encargó de ofrecer otro giro de tuerca dentro de la saga de cintas de desastres; ya sea con extraterrestres (Independence Day) o con cambios climáticos (The day after tomorrow), hubo una selección cuidadosa de detalles cinematográficos: las historias, los escenarios, los efectos especiales para magnificar un desastre ya de por sí espectacular, la edición, los dramas personales de los protagonistas; porque no se trata sólo de reunir un grupo aleatorio y lanzarlo de cabeza a una experiencia terrorífica, sino de mostrar breves destellos de sus motivaciones, sus miedos, las frustraciones y deseos de vivir que los catapultan a lo largo de la película.

Esperé el estreno de 2012 con anticipación, emocionado ante los previews que pude encontrar en la Internet; ayer me escapé a un cine cercano, compré mi entrada y escogí un buen puesto. Pude haber esperado hasta que sacaran la cinta en formato casero, asequible, pero tengo la creencia de que ciertas películas deben verse antes en el cine, en pantalla completa, con el asiento retumbando por el sonido de los cataclismos. Quedé impresionado por las imágenes, la verosimilitud ficticia de lo narrado, los personajes; porque descubrí, recordando entregas anteriores, que existe la misma preocupación en mostrar dramas pequeños, personajes secundarios importantes que sustentan la trama, como ramificaciones esenciales que se embridan en torno a la historia principal. Para Emmerich, aunque ignoro si lo hace adrede, la catástrofe no afecta solamente a los Estados Unidos; se trata de un evento global, multicultural, que nos toca experimentar a todos por igual; por supuesto, en aras de la comercialización de la cinta, la mayoría de los protagonistas son estadounidenses, pero se ofrece un vistazo de cómo el resto del mundo debe incorporarse al esfuerzo original para intentar sobrevivir.

Encontré un equilibrio peculiar entre el drama y la comedia en esta cinta. Se trató de guiños pasajeros que permitían liberar parte de la presión, provocaron una sonrisa en medio de tanta tensión, con una galería de personajes llamativos, como el que hace Woody Harrelson, interpretando de alguna forma a todos esos lunáticos que amenazan la inminencia del fin del mundo, sólo que en este caso tuvo la razón. La trama ofrece el pedido de ayuda de los Estados Unidos a las demás potencias para elaborar un plan alternativo, resaltando la participación de los líderes del G8, muy bien interpretados, así como representaciones de otros líderes mundiales; y es inevitable otra sonrisa al observar el esfuerzo de la Reina de Inglaterra, así como el de la Familia Real Saudita.

2012 es una cinta que ofrece múltiples interpretaciones, lecturas alternas, dramas secundarios que podrían desarrollarse aún más; pero entrar en detalles arruinaría la oportunidad de impresionarse para aquellos que todavía no la han visto. Yo la recomiendo ampliamente, la disfruté muchísimo; pero siempre teniendo presente que se trata sólo de una cinta de desastre, una película, que bien puede presentar sus fallos, como cualquier otra. A mí no me gusta ir al cine para encontrar errores, señalar fallas, a no ser que la propuesta sea un completo bodrio. Si voy al cine es para evadirme, ausentarme por algunas horas, dejarme entretener con la majestuosidad de un arte que ofrece maravillas audiovisuales. No pido mucho, en realidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bueno LG! Nos estamos preparando para lo que viene o para lo que ya está?. Avanti! Un abrazo. MM

sergio dijo...

Nunca hubiera imaginado que era ud un consumidor de películas pochocleras (En Argentina: tontas, bobas, entretenimiento fácil) Igual está muy bien que lo sea. A mí el cine muy intelectual ya me aburrió. Toda esa cosa del tiempo real me infla las pelotas. Hay necesidad de ver cómo come un sr su arroz? Dudo.