15 de enero de 2011

Is that all there is?

La música sale de la cocina. Es una melodía contagiosa, vieja, familiar. También se oye el murmullo de una risa compartida. Camino despacio, me acerco sin hacer ruido. Mis padres están juntos, giran con gracia, se mueven según los acordes que emite el pequeño reproductor que Mamá tiene junto a los potes de café, azúcar y sal. Se trata de una visión mágica. Sus cuerpos emiten una cálida sensación de armonía, de confianza, equilibrio por encima de todo; es difícil no sentirse ajeno e invasor. No digo nada. Me limito a contemplarlos, verlos bailar, recorrer la cocina al compás de esa vieja tonada. Ellos ignoran mi cercanía, la impresión que deja el baile en mi cerebro, las líneas que han inspirado sin proponérselo.

Supongo que no debe resultar fácil después de casi 40 años de matrimonio. Pero si luego de tantas discusiones y diferencias, compromisos y lealtades, conservan esa avenencia para bailar, me atrevo a sonreír sin ser visto. Los rostros que observo en silencio convocan ideas, emociones mezcladas. Me hubiese gustado preguntar, acceder a ese secreto que permitía un baile tan acompasado, ligero, fluido. Ya quisiera uno eso en la propia vida. Ver sus sonrisas y pasos de baile después de un año tan traumático me deja con la idea insistente de ver el vaso siempre medio lleno, nunca medio vacío. Allí puede estar el secreto, la fórmula mágica, el ingrediente faltante. Hacer el esfuerzo, ni más ni menos.

2010 no fue un año amable. No sólo para mí, para nosotros, sino para todos los que estaban a mi alrededor. Uno se fija en esos detalles. Un robo aquí, un llanto allá, un fallecimiento inesperado; frustraciones e impotencias difíciles de canalizar. Pero, según la máxima del vaso, seguimos aquí. Vapuleados, magullados, con menos fuerza y determinación, pero aún en pie. Eso cuenta para algo. Lo importante es concentrarse en lo positivo, aunque suene a receta de autoayuda, aunque resulte ridículo después de un trágico desenlace, a pesar de lo difícil que parezca a través de las lágrimas y rencores. Además, no he dicho que resulte fácil. Lo digo por la experiencia acumulada de los últimos doce meses. Difícil, pero no imposible.

Todavía con esas impresiones en mente, una de esas noches de insomnio, mientras me entretenía con videos en YouTube, tropecé con un viejo tema de Peggy Lee: “Is that all there is?”. La voz de Peggy era inconfundible, como una caricia en plena noche cuando menos se la espera. Es una lástima que se fuera tan pronto, pero la tecnología actual se las ingenia para preservar esos tesoros musicales. Agradezco eso, aunque no me lleve bien con la modernidad. Así, Peggy me habló desde el otro lado, me hizo algunas sugerencias, me indicó el camino menos truculento. Tan hermosa con su cabello platinado, sus rasgos tristes y la voz siempre pausada, tan particular en su registro.

Desde entonces tarareo esa canción sin vergüenza, sin ofrecer explicaciones. Algo hay allí que me llena de inspiración, que me permite avanzar sin ver lo que dejo atrás, a caminar por el lado soleado de la calle (otra canción memorable). Quizás se trate de una febril predisposición a no dejarme abatir por las circunstancias, a esperar por lo mejor, a no conformarme con menos de lo que espero; tal vez pueda ser la conclusión a la que han llegado mis padres por cuenta propia, sin videos de YouTube y cabezas platinadas que entonan canciones inmortales. Ellos bailan en la cocina, ajenos al mundo, desprendidos de lo que sucedió el año pasado, sonríen. Intento imitarlos de la mejor manera posible, así que me atrevo a cantar, miro el día a día con calma (no resignación), respiro. Y entono:

Is that all there is?, is that all there is?

If that's all there is my friends, then let's keep dancing

Let's break out the booze and have a ball

If that's all there is

No hay comentarios.: