5 de noviembre de 2006

Innombrable.

¿Qué importa tu nombre?, si fue tu sonrisa la que me saludó por vez primera. Tan diáfana, brillante y luminosa. Enmarcada con unos labios tersos, delicados y sugerentes. No supe tu nombre, pero eso resultó irrelevante al encontrarme reflejado en tu mirada espontánea y sincera, con unos ojos grandes y comunicativos. Compartimos un inesperado diálogo visual, saturado de símbolos e imágenes. Un encuentro inesperado. Sublime.
Un día perfecto. Un escenario idílico: la playa de una isla paradisíaca. A nuestro alrededor, una explosión de colores intensos: azul, verde, dorado. Y entonces, tú. Tan enigmático, atractivo, interesante dentro de tus silencios tan estridentes. Tú. Un cuerpo anónimo. Un rostro inolvidable. Un tropiezo fantástico.
Hablaste con soltura, intentando hallar las palabras adecuadas dentro de mi idioma, hacer las traducciones precisas para que pudiera comprender el significado de una lengua materna rica, sibilante, acariciadora; el placer de una lengua extranjera. La conversación fluyó amena y distendida, ofreciéndonos la oportunidad de asomarnos con cautela al vertiginoso abismo de nuestros sentidos sublevados. Desarrollamos una charla lineal y placentera. Única. Nuestra.
La tarde nos encontró caminando por la orilla del mar, mientras las tenues olas luchaban por escuchar lo que tan misteriosamente compartíamos; disfrutamos de la arena bajo nuestras pisadas, del sol impertérrito y del bálsamo acuático que nos rodeaba; pero, en especial, de la comunión de nuestras almas solitarias.
Juntos, también, regresamos a tierra firme, mientras el crepúsculo intentaba darnos alcance con sus colores difuminados y espectrales; unidos, tú y yo, más allá del vaivén del bote que nos regresaba a la incolora realidad. Nos despedimos con efusión, de nuevo sonriendo; no pudimos hacer más. Mis amigas esperaban, tus compañeros aguardaban. El día finalizaba.
Un instante antes de partir, recordaste decirme cómo te llamabas... pero eso ya no importaba. Un hombre. Un rostro. Un ser innombrable.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ME ENCANTA VER UNA POSTEADA EN LA MADRUGADA PORQUE ESO ES SINONIMO DE MUSA QUE NO DEBE ESPERAR...O SERA QUE HASTA ESA HORA TE QUEDASTE PELEANDO CON LA PC???
ME RESULTA FASCINANTE EL HOMOEROTISMO INTRINSECO DE ESTE ULTIMO RELATO Y DE ALGUN MODO PRESIENTO UN DEJO DE AUTOBIOGRAFIA...ME HUBIERA GUSTADO QUE VIERAS LA JORNADA DE DIVERSIDAD SEXUAL A LA QUE ASISTI EN LA UNIVERSIDAD-ENTRE MIS POSIBILIDADES DE HORARIO-...HABIA MUCHA LITERATURA DEL TEMA A LA QUE ESTOY SEGURO TE HABRIA GUSTADO ECHARLE EL OJO...UN BESO.

Para, creo que voy a vomitar dijo...

Me llama la atención la magia que debe tener una situación así (digo debe pq nunca lo he experimentado). El hecho de exprimir las horas al máximo pq sabes que el día tiene fecha de caducidad por "x" circunstancias lo hace todo más intenso, no es así?

No sólo "innombrable" sino imborrable (el recuerdo..., si en realidad pasó)

Saludos!