Hay ciertas lecturas que dejan una huella particular. Parece que el autor quisiera dejarnos un mensaje cifrado, específico para cada quien; porque algunos fragmentos quedan colgando, reacios a desaparecer dentro de la misma historia. Es algo que me sucede con regularidad; entonces echo mano al resaltador y procuro hacer más visible la cita, destacarla dentro del párrafo que la contiene, para volver a ella después o para desarrollar temas como lo hago ahora. Es lo que me ha sucedido mientras leía La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera, y tropecé con unas líneas bastante significativas:
La evaluación y el examen de los ciudadanos es una actividad permanente, la principal de las actividades sociales en los países comunistas. Si a un pintor se le ha de autorizar una exposición, si un ciudadano debe obtener un visado para poder ir durante las vacaciones al mar, si un futbolista debe formar parte de la selección nacional, primero hay que reunir todos los dictámenes e informes sobre él (de la portera, de los compañeros de trabajo, de la policía, de la organización del partido, de los sindicatos), luego éstos son analizados, sopesados y resumidos por funcionarios especiales designados para esos fines. Pero aquello de lo que hablan esos dictámenes no se refiere a la capacidad del ciudadano para pintar, jugar al fútbol o a si su salud necesita que pase las vacaciones junto al mar. Se refiere única y exclusivamente a lo que se dio en llamar ‘perfil político del ciudadano’ (o sea, a lo que el ciudadano dice, a lo que piensa, al modo en que se comporta, a si participa en reuniones y en manifestaciones del primero de mayo). Dado que todos (la vida cotidiana, la carrera profesional y hasta las vacaciones) dependen de la evaluación que se haga del ciudadano, todo el mundo (si quiere jugar al fútbol en el equipo nacional, exponer sus cuadros o pasar las vacaciones junto al mar) tiene que comportarse de modo que la evaluación sea positiva.
Lo curioso es que justo hoy, al leer la revista Zeta, encontré un artículo de la periodista Jurate Rosales que profundizaba en el mismo tema, pero extrapolándolo a nuestra realidad nacional. Tuve mis dudas en cuanto a realizar un somero resumen del artículo, pero he preferido copiarlo en su totalidad para que cada uno saque las conclusiones que prefiera, ya que si me limitara a presentar una versión comprimida de la información, correría el riesgo de hacer una selección subjetiva. Dice así:
“La Ley Orgánica de los Consejos Comunales salió publicada en la Gaceta Oficial del 28 de diciembre, día de los inocentes, pero no es ninguna travesura de ese día. Es posiblemente la ley con la que se cuenta para garantizar a Hugo Chávez una ganancia rotunda en las elecciones de septiembre de 2010. De allí el apremio en proclamarla y la escogencia de una de las más sigilosas fechas del año, cuando los venezolanos estaban más pendientes de las hallacas y la broma del día, que de política.
Elecciones al estilo Chávez
Chávez pudo haber resultado un pésimo gobernante, pero nadie le puede quitar su toque de Midas cuando se trata de reunir votos… verdaderos o falsos, que eso aparentemente poco importa. La oposición suele concentrarse en la denuncia de maromas en el Registro Electoral, presunta aparición de votos virtuales, el misterio en el uso de la electrónica y la parcialidad del árbitro, oficialmente llamado Consejo Supremo Electoral como si realmente fuese supremo y soberano. Inmersa en la denuncia de los detalles, la oposición nunca se ha plantado con firmeza para rechazar las medidas administrativas que obligan a la gente a votar por el gobierno. Lo curioso es que Chávez siempre echó mano a ese tipo de medidas sin jamás encontrar resistencia. Si los opositores hicieran memoria, recordarían que para el primer referendo revocatorio, Chávez dio largo a la fecha de los comicios, cuando supo que las encuestas lo daban perdedor. El CNE inventó las mil y una excusas para negarse a aceptar las firmas que solicitaban el referendo, brindándole a Chávez el tiempo necesario para colocar a gran parte de la población en las listas de las Misiones. No fue sino cuando estaba seguro de que el número de los ‘misioneros asalariados’ le garantizaba la victoria, es que se celebró el referendo del 15 de agosto 2004. Pareciera que estamos nuevamente ante una situación similar. De la misma manera como se contó con las Misiones para controlar a la población en 2004, hoy se aprueba la Ley Orgánica de los Consejos Comunales, creada para controlar a cada uno de los habitantes, principalmente a quienes viven en los barrios y las zonas rurales. Estamos ante un instrumento de control de la gente, visiblemente elaborado con asistencia cubana para instaurar en Venezuela el modelo de los CDR (Comités de Defensa de la Revolución).
Una Ley de control
Los CDR y su clon, los Consejos Comunales previstos en la nueva ley, son un invento exclusivamente cubano. Los países comunistas del Este no los conocieron, porque utilizaron un sistema más amplio y sofisticado, en el que cada ciudadano se veía obligado a espiar a todos los demás y nadie sabía cuántos oídos lo escuchaban, incluso en su propio hogar. El sistema ruso fue afinado a través de años y décadas; su principal fuerza consistió en infundir el miedo y forzar las denuncias de todos contra todos, pero ante la dificultad de llegar a la perfección soviética, Fidel Castro inventó en 1960 a los CDR y definió su tarea: ‘Que todo el mundo sepa qué es y qué hace el que vive en la cuadra y qué relaciones tuvo con la tiranía, a qué se dedica, con quién se junta, en qué actividades anda’. Si examinamos punto por punto la ley aprobada en Venezuela, veremos que igual como los CDR se apoyan en los hombres armados de la ‘Seguridad’ cuando denuncian ‘a los lacayos del imperio’, según la nueva ley, los Consejos Comunales deberán coordinar con la Milicia Bolivariana lo referente a la defensa integral de la nación. Además, deberán Promover, participar y contribuir conjuntamente con la Milicia Bolivariana en la seguridad y defensa integral de la nación. Entre sus actividades, los Consejos Comunales deberán conocer las solicitudes y emitir las constancias de residencia de los habitantes de la comunidad. Funcionarán con comités, entre los que debe estar el: ´2. Comité de tierras urbanas. 3. Comité de vivienda y hábitat. 4. Comité de economía integral. (…) 8. Comité de alimentación de defensa del consumidor. (…) y 10. Comité de mesa técnica de energía y gas. Por cierto, también prevé la ley la existencia de un comité de suministro de agua.
Las llaves del poder
En Cuba, país que inventó ese sistema, el atractivo para pertenecer a un grupo del CDR consiste en la sed de poder sobre los vecinos. No hay recompensa económica salvo que en un sistema donde la propiedad privada no existe y la clave para sobrevivir consiste en robar al Estado, los presidentes de esta organización de barrio roban igual o más que los demás, ellos tienen la misma miseria y hambre, sólo que a ellos se les permite robar en premio de chivatear a los demás, relata una cubana en el blog correspondiente. En cambio los Consejos Comunales venezolanos, por lo menos antes de las elecciones, tendrán el poderoso incentivo del dinero proveniente del gobierno central. La nueva Ley establece que los Consejos Comunales ‘recibirán de manera directa los recursos (…) transferidos por la República, los Estados y los Municipios. (…) y los que provengan de la administración de los servicios públicos que les sean transferidos por el Estado’. Por lo tanto, no se trata de conchas de ajo. Con ese dinero, los Consejos Comunales podrán manejar ‘los recursos financieros que son los expresados en unidades monetarias propios o asignados’, para ‘desarrollar los programas, políticas y proyectos comunitarios contemplados en el Plan Comunitario de Desarrollo Integral (…) para lograr la transformación integral de la comunidad’. La Ley explica que el ‘Plan Comunitario de Desarrollo Integral’ debe ser ‘articulado con los planes de desarrollo municipal y estadal de conformidad con las líneas generales del Proyecto Nacional Simón Bolívar’. De paso, bajo la excusa de estar organizando la votación para miembros de los Consejos Comunales, una de sus obligaciones prevista en la Ley consiste en ‘elaborar y mantener actualizado el registro electoral de la comunidad’.
Realidad y vidriera
La Ley otorga a los directivos de los Consejos Comunales un poder casi ilimitado sobre un vecindario agobiado por las necesidades, y permite al presidente del CC ejercer ese poder a través de: 1. el dinero cuya distribución dependerá del CC; 2. la amenaza de la colaboración con la Milicia y 3. la aplicación con criterio personal de dos leyes que tocan directamente a la propiedad privada, como lo serían la de tierras y la de espacios urbanos. Sin embargo, la mayor palanca de poder consiste en la posibilidad de encarcelar a un ciudadano que de pronto podría encontrarse objeto de una ‘denuncia’ de tipo penal. Los cubanos conocen el procedimiento y acusan a los CDR de ‘chivatear’. Dado que los venezolanos son profundamente reacios al ‘acuseta’ y desprecian al ‘sapo’, es de prever que la conformación de los Consejos Comunales pasará por una etapa de difícil adaptación psicológica. Para la vidriera, se exhibirán Consejos Comunales como los del Municipio Chacao, donde una población relativamente libre de pobreza, escoge de buena fe a sus representantes y estos se hacen eco de la voluntad de los ciudadanos (sin embargo, la decisión unánime de los Consejos Comunales de Chacao para que les devuelvan el espacio del antiguo mercado recibió como única respuesta, la ocupación de ese mercado por la Guardia Nacional). En los barrios y en las zonas rurales, donde las necesidades son apremiantes, se calcula que los Consejos Comunales serán el instrumento oficial para controlar a la gente, dinero y amenaza mediante. Estos encumbrarían en la dirección de los Consejos Comunales a los ciudadanos de menor resistencia moral, a los que no teman aparecer como los ‘sapos’, igual como ya ocurrió en Cuba con los ‘chivatos’.
Jamás los olvidarán
El incentivo económico permite prever que la implementación de la Ley de los Consejos Comunales no ofrecerá mayores dificultades. Si esto se logra y se mantiene, Chávez habrá cavado con esa Ley el más profundo abismo de odio jamás visto en su patria. Dado que nadie es eterno y tampoco lo será Chávez, de todas las leyes aprobadas en la era chapista, la de los Consejos Comunales será la que más recordarán los venezolanos. Dentro de una o dos generaciones, ya nadie hablará del rosario de leyes aprobadas bajo la batuta de la presidenta de la Asamblea Nacional, Cilia Flores, pero la de los Consejos Comunales será la que los abuelos todavía relatarán a sus nietos, al contarles como el vecino de enfrente ha sido el mayor y principal enemigo de la familia. Ojalá el relato no incluya un desenlace de venganza contra aquel vecino. Es esa Ley que más obligará a temer un cambio brusco de sistema de gobierno, porque es la que propicia las retaliaciones personales. El mayoritariamente incruento derrumbe del comunismo soviético en Europa oriental, se debió a lo difuso y universal que había sido el sistema de control policial de toda la gente por toda la gente. En cambio uno de los problemas cubanos, es actualmente la carga de rencores acumulados en cada cuadra contra el vecino miembro del CDR. Al igual como hoy los diputados de la Asamblea Nacional viven en un permanente temor de lo que les pueda advenir si hay un cambio de gobierno, la Ley de los Consejos Comunales extenderá ese temor a un segmento de la población en el país entero, mientras que los demás pobladores aprenderán a acumular los deseos de venganza, pero entretanto, para salvarse, muchos serán quienes prefieran esperar en silencio”.
La evaluación y el examen de los ciudadanos es una actividad permanente, la principal de las actividades sociales en los países comunistas. Si a un pintor se le ha de autorizar una exposición, si un ciudadano debe obtener un visado para poder ir durante las vacaciones al mar, si un futbolista debe formar parte de la selección nacional, primero hay que reunir todos los dictámenes e informes sobre él (de la portera, de los compañeros de trabajo, de la policía, de la organización del partido, de los sindicatos), luego éstos son analizados, sopesados y resumidos por funcionarios especiales designados para esos fines. Pero aquello de lo que hablan esos dictámenes no se refiere a la capacidad del ciudadano para pintar, jugar al fútbol o a si su salud necesita que pase las vacaciones junto al mar. Se refiere única y exclusivamente a lo que se dio en llamar ‘perfil político del ciudadano’ (o sea, a lo que el ciudadano dice, a lo que piensa, al modo en que se comporta, a si participa en reuniones y en manifestaciones del primero de mayo). Dado que todos (la vida cotidiana, la carrera profesional y hasta las vacaciones) dependen de la evaluación que se haga del ciudadano, todo el mundo (si quiere jugar al fútbol en el equipo nacional, exponer sus cuadros o pasar las vacaciones junto al mar) tiene que comportarse de modo que la evaluación sea positiva.
Lo curioso es que justo hoy, al leer la revista Zeta, encontré un artículo de la periodista Jurate Rosales que profundizaba en el mismo tema, pero extrapolándolo a nuestra realidad nacional. Tuve mis dudas en cuanto a realizar un somero resumen del artículo, pero he preferido copiarlo en su totalidad para que cada uno saque las conclusiones que prefiera, ya que si me limitara a presentar una versión comprimida de la información, correría el riesgo de hacer una selección subjetiva. Dice así:
“La Ley Orgánica de los Consejos Comunales salió publicada en la Gaceta Oficial del 28 de diciembre, día de los inocentes, pero no es ninguna travesura de ese día. Es posiblemente la ley con la que se cuenta para garantizar a Hugo Chávez una ganancia rotunda en las elecciones de septiembre de 2010. De allí el apremio en proclamarla y la escogencia de una de las más sigilosas fechas del año, cuando los venezolanos estaban más pendientes de las hallacas y la broma del día, que de política.
Elecciones al estilo Chávez
Chávez pudo haber resultado un pésimo gobernante, pero nadie le puede quitar su toque de Midas cuando se trata de reunir votos… verdaderos o falsos, que eso aparentemente poco importa. La oposición suele concentrarse en la denuncia de maromas en el Registro Electoral, presunta aparición de votos virtuales, el misterio en el uso de la electrónica y la parcialidad del árbitro, oficialmente llamado Consejo Supremo Electoral como si realmente fuese supremo y soberano. Inmersa en la denuncia de los detalles, la oposición nunca se ha plantado con firmeza para rechazar las medidas administrativas que obligan a la gente a votar por el gobierno. Lo curioso es que Chávez siempre echó mano a ese tipo de medidas sin jamás encontrar resistencia. Si los opositores hicieran memoria, recordarían que para el primer referendo revocatorio, Chávez dio largo a la fecha de los comicios, cuando supo que las encuestas lo daban perdedor. El CNE inventó las mil y una excusas para negarse a aceptar las firmas que solicitaban el referendo, brindándole a Chávez el tiempo necesario para colocar a gran parte de la población en las listas de las Misiones. No fue sino cuando estaba seguro de que el número de los ‘misioneros asalariados’ le garantizaba la victoria, es que se celebró el referendo del 15 de agosto 2004. Pareciera que estamos nuevamente ante una situación similar. De la misma manera como se contó con las Misiones para controlar a la población en 2004, hoy se aprueba la Ley Orgánica de los Consejos Comunales, creada para controlar a cada uno de los habitantes, principalmente a quienes viven en los barrios y las zonas rurales. Estamos ante un instrumento de control de la gente, visiblemente elaborado con asistencia cubana para instaurar en Venezuela el modelo de los CDR (Comités de Defensa de la Revolución).
Una Ley de control
Los CDR y su clon, los Consejos Comunales previstos en la nueva ley, son un invento exclusivamente cubano. Los países comunistas del Este no los conocieron, porque utilizaron un sistema más amplio y sofisticado, en el que cada ciudadano se veía obligado a espiar a todos los demás y nadie sabía cuántos oídos lo escuchaban, incluso en su propio hogar. El sistema ruso fue afinado a través de años y décadas; su principal fuerza consistió en infundir el miedo y forzar las denuncias de todos contra todos, pero ante la dificultad de llegar a la perfección soviética, Fidel Castro inventó en 1960 a los CDR y definió su tarea: ‘Que todo el mundo sepa qué es y qué hace el que vive en la cuadra y qué relaciones tuvo con la tiranía, a qué se dedica, con quién se junta, en qué actividades anda’. Si examinamos punto por punto la ley aprobada en Venezuela, veremos que igual como los CDR se apoyan en los hombres armados de la ‘Seguridad’ cuando denuncian ‘a los lacayos del imperio’, según la nueva ley, los Consejos Comunales deberán coordinar con la Milicia Bolivariana lo referente a la defensa integral de la nación. Además, deberán Promover, participar y contribuir conjuntamente con la Milicia Bolivariana en la seguridad y defensa integral de la nación. Entre sus actividades, los Consejos Comunales deberán conocer las solicitudes y emitir las constancias de residencia de los habitantes de la comunidad. Funcionarán con comités, entre los que debe estar el: ´2. Comité de tierras urbanas. 3. Comité de vivienda y hábitat. 4. Comité de economía integral. (…) 8. Comité de alimentación de defensa del consumidor. (…) y 10. Comité de mesa técnica de energía y gas. Por cierto, también prevé la ley la existencia de un comité de suministro de agua.
Las llaves del poder
En Cuba, país que inventó ese sistema, el atractivo para pertenecer a un grupo del CDR consiste en la sed de poder sobre los vecinos. No hay recompensa económica salvo que en un sistema donde la propiedad privada no existe y la clave para sobrevivir consiste en robar al Estado, los presidentes de esta organización de barrio roban igual o más que los demás, ellos tienen la misma miseria y hambre, sólo que a ellos se les permite robar en premio de chivatear a los demás, relata una cubana en el blog correspondiente. En cambio los Consejos Comunales venezolanos, por lo menos antes de las elecciones, tendrán el poderoso incentivo del dinero proveniente del gobierno central. La nueva Ley establece que los Consejos Comunales ‘recibirán de manera directa los recursos (…) transferidos por la República, los Estados y los Municipios. (…) y los que provengan de la administración de los servicios públicos que les sean transferidos por el Estado’. Por lo tanto, no se trata de conchas de ajo. Con ese dinero, los Consejos Comunales podrán manejar ‘los recursos financieros que son los expresados en unidades monetarias propios o asignados’, para ‘desarrollar los programas, políticas y proyectos comunitarios contemplados en el Plan Comunitario de Desarrollo Integral (…) para lograr la transformación integral de la comunidad’. La Ley explica que el ‘Plan Comunitario de Desarrollo Integral’ debe ser ‘articulado con los planes de desarrollo municipal y estadal de conformidad con las líneas generales del Proyecto Nacional Simón Bolívar’. De paso, bajo la excusa de estar organizando la votación para miembros de los Consejos Comunales, una de sus obligaciones prevista en la Ley consiste en ‘elaborar y mantener actualizado el registro electoral de la comunidad’.
Realidad y vidriera
La Ley otorga a los directivos de los Consejos Comunales un poder casi ilimitado sobre un vecindario agobiado por las necesidades, y permite al presidente del CC ejercer ese poder a través de: 1. el dinero cuya distribución dependerá del CC; 2. la amenaza de la colaboración con la Milicia y 3. la aplicación con criterio personal de dos leyes que tocan directamente a la propiedad privada, como lo serían la de tierras y la de espacios urbanos. Sin embargo, la mayor palanca de poder consiste en la posibilidad de encarcelar a un ciudadano que de pronto podría encontrarse objeto de una ‘denuncia’ de tipo penal. Los cubanos conocen el procedimiento y acusan a los CDR de ‘chivatear’. Dado que los venezolanos son profundamente reacios al ‘acuseta’ y desprecian al ‘sapo’, es de prever que la conformación de los Consejos Comunales pasará por una etapa de difícil adaptación psicológica. Para la vidriera, se exhibirán Consejos Comunales como los del Municipio Chacao, donde una población relativamente libre de pobreza, escoge de buena fe a sus representantes y estos se hacen eco de la voluntad de los ciudadanos (sin embargo, la decisión unánime de los Consejos Comunales de Chacao para que les devuelvan el espacio del antiguo mercado recibió como única respuesta, la ocupación de ese mercado por la Guardia Nacional). En los barrios y en las zonas rurales, donde las necesidades son apremiantes, se calcula que los Consejos Comunales serán el instrumento oficial para controlar a la gente, dinero y amenaza mediante. Estos encumbrarían en la dirección de los Consejos Comunales a los ciudadanos de menor resistencia moral, a los que no teman aparecer como los ‘sapos’, igual como ya ocurrió en Cuba con los ‘chivatos’.
Jamás los olvidarán
El incentivo económico permite prever que la implementación de la Ley de los Consejos Comunales no ofrecerá mayores dificultades. Si esto se logra y se mantiene, Chávez habrá cavado con esa Ley el más profundo abismo de odio jamás visto en su patria. Dado que nadie es eterno y tampoco lo será Chávez, de todas las leyes aprobadas en la era chapista, la de los Consejos Comunales será la que más recordarán los venezolanos. Dentro de una o dos generaciones, ya nadie hablará del rosario de leyes aprobadas bajo la batuta de la presidenta de la Asamblea Nacional, Cilia Flores, pero la de los Consejos Comunales será la que los abuelos todavía relatarán a sus nietos, al contarles como el vecino de enfrente ha sido el mayor y principal enemigo de la familia. Ojalá el relato no incluya un desenlace de venganza contra aquel vecino. Es esa Ley que más obligará a temer un cambio brusco de sistema de gobierno, porque es la que propicia las retaliaciones personales. El mayoritariamente incruento derrumbe del comunismo soviético en Europa oriental, se debió a lo difuso y universal que había sido el sistema de control policial de toda la gente por toda la gente. En cambio uno de los problemas cubanos, es actualmente la carga de rencores acumulados en cada cuadra contra el vecino miembro del CDR. Al igual como hoy los diputados de la Asamblea Nacional viven en un permanente temor de lo que les pueda advenir si hay un cambio de gobierno, la Ley de los Consejos Comunales extenderá ese temor a un segmento de la población en el país entero, mientras que los demás pobladores aprenderán a acumular los deseos de venganza, pero entretanto, para salvarse, muchos serán quienes prefieran esperar en silencio”.
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