La última noche del año. Mis padres se han reunido con sus respectivas familias, pero he escogido quedarme en casa, a solas. Lejos de sentirme abandonado, disfruto con la serenidad que me otorga este íntimo momento. Hoy quiero brindar por aquellos que ya no están; por los que alguna vez fueron y ya no son; los que aparecieron para enseñar y continuaron su ruta; aquellos que acompañaron mi senda durante algún tiempo, dejando una valiosa lección; los que amé intensamente y me mostraron la vía del amor: la única que hay... Gracias a cada uno de ellos, hoy puedo escribir estas líneas maravillosas.
Una deliciosa copa de vino blanco atestigua mis sonrisas. Muy pronto comenzarán los fuegos artificiales, anunciando la despedida de un año y la llegada de otro nuevo. La renovación. El cambio. La metamorfosis. Una esplendorosa página en blanco: impoluta, virginal, inspiradora, mágica. Mi propia página.
Reconozco que no acierto a comprender, exactamente, dónde nace este inesperado sentimiento de resolución, de determinación, de suprema conclusión; pero allí está: no puedo esquivarlo. No obstante, lo disfruto, lo saboreo, acaricio sus informes contornos. Me siento preñado de posibilidades.
Hoy me toca cerrar un año, un ciclo que me llevó por caminos desconocidos, hacia personajes inspiradores y situaciones decisivas; mi balance es armónico, equilibrado. Estoy satisfecho con lo que hice y con lo que dejé de hacer. Siento que aún me queda mucho por descubrir, por aprender y por amar. Hoy estoy solo, pero no me siento solo; me acompañan mis ilusiones, mis esperanzas, mis pasiones y mis fracasos. Un amigo citó dos frases de Dickens muy significativas: "el recuerdo, como una vela, brilla más en Navidad" y "cada fracaso enseña al hombre algo que necesita aprender"; pues bien, hoy rememoro los hombres determinantes de mi vida, aquellos que marcaron mi corazón, por las buenas y por las malas. Uno a uno desfilan frente a mí: silenciosos, sonrientes, trajeados de recuerdos que muy pronto serán sus mortajas.
Especialmente, el primero; el que irónicamente, también fue el último. Un breve encuentro después de 16 años, sólo para comprobar que ese ciclo también se ha cerrado, ha finalizado. Me cuesta describir la felicidad que me embarga. Hoy le digo adiós a él y a todos los que le sucedieron en mi ambivalente corazón. Y les agradezco: sin cada uno de ellos no estaría aquí, hoy, escribiendo estas palabras. Cada uno me trajo hasta este instante eterno.
Levanto mi copa para brindar por ellos. Levanto mi copa para brindar por ese amor ideal que me enseñaron a esperar y atesorar. Levanto mi copa por ese mítico príncipe azul que, lo sé, está en camino a encontrarse conmigo, desde siempre y para siempre. Esta misma noche doy inicio a una nueva etapa, más íntima y esclarecedora. Finalmente...
¡Feliz Año Nuevo!
También levanto mi copa por ustedes...