La primera pregunta: ¿estoy siendo alarmista?
Siempre me he considerado idealista, pero los tiempos recientes me obligan a experimentar con el realismo, y no estoy hablando del realismo mágico empleado por los autores latinoamericanos; me refiero al planeta en el que vivimos, la situación climática que nos afecta a todos por igual, porque aún no existe un transporte maravilloso en el cual podamos evacuar continentes y repoblar otro mundo menos caótico. Esa sí sería una fantasía literaria.
En el periódico de hoy leí una noticia que se quedó colgando en las comisuras de mi mente a lo largo de la tarde. Entendí que el temporal de frío que azota a los países del norte tiene una explicación científica: Omar Baddur, de la Organización Meteorológica Mundial, la definía como una situación de bloqueo, así, tan sencillo como eso. La nota expresa que en invierno la circulación del aire se produce habitualmente de este a oeste, pero el fenómeno actual ha cambiado esos parámetros y resulta que el aire se desplaza de norte a sur; además, “cuando esa ondulación es muy vasta, a escala planetaria y persiste varias semanas, se habla de bloqueo”, finalizó Baddur.
La intervención del meteorólogo fue más allá: “Actualmente hay tres ondulaciones, con aire muy frío que desciende del Polo Norte, en tres zonas distintas. Una en Estados Unidos y México, otra en un eje que cubre toda Europa del oeste (desde los países escandinavos hasta el oeste del Mediterráneo, pasando por Gran Bretaña, Francia, Alemania y España) y una tercera en Rusia oriental y China. Un bloqueo a tal escala no se produce muy seguido, se puede decir que cada 30 o 50 años”.
El asunto es que me quedé pensativo porque la imagen que convocaba la información del periódico me recordaba a otra cosa, algo adicional visto en otra parte. Sólo cuando llegué a casa pude ponerle el dedo encima. Revisé entre las películas que tengo y encontré la que buscaba: The day after tomorrow. Adelanté las escenas hasta que di con lo que necesitaba: allí estaba, en colores térmicos, como si fuese una reproducción exacta de la nota en el periódico. ¿Qué era aquello? ¿La vida imitando al arte? ¿O un cineasta que se adelantaba a las catástrofes climáticas? Confieso que la similitud me dejó pensativo por un buen rato, hasta que alcancé la pregunta inicial: ¿estaba siendo alarmista?
No lo sé. Quisiera creer que no. Pero ¿es todo esto natural? ¿Es algo que sucede cada cierto tiempo o se trata de nuestro planeta convulsionado que grita su desespero? Los detalles de la nota me mostraron una visión amplia: la temperatura en Miami alcanzó 1,6 grados centígrados, obligando al zoológico a cerrar, mientras algunas iguanas se desplomaban adormecidas debido a las bajas temperaturas; esperan nevadas en Sevilla después de 50 años; China ha sufrido congelamiento del mar en sus costas del norte, varando a muchos transportes marítimos; México permanece en estado de alerta, provocando la suspensión de actividades escolares. Sin mencionar el cierre de aeropuertos y carreteras en muchos países europeos. Creo que Baddur no se equivocaba: ciertamente se puede definir como un bloqueo.
La segunda pregunta: ¿estoy siendo realista?
A la luz de estas revelaciones se ilumina una interrogante: la reciente Conferencia de Copenhague sobre el Cambio Climático, ¿para qué sirvió? Los países más contaminantes, Estados Unidos y China, rehusaron comprometerse bajo ninguna condición. Si uno lee entre líneas, todo lo que se logró fue un consenso para evitar que las temperaturas se eleven más de 2 grados centígrados; pero las reglas para alcanzar ese punto concreto se desdibujan entre el papeleo burocrático, la discusión entre algunas naciones emergentes y la visión general de que lo único logrado fue consensuar una realidad científica que se venía gritando desde algunos años atrás.
Lo más llamativo fue la dicotomía del discurso. Se reconoció la necesidad de fijar metas a largo plazo, pero al final se dejó a criterio de cada país las fórmulas para reducir las emisiones contaminantes. Por otra parte, se firmó el acuerdo para establecer un fondo de ayuda monetaria para auxiliar a las naciones pobres a paliar la crisis del cambio climático, sólo que la discrecionalidad de este aporte, a quién se beneficiaría y de qué forma, quedó en suspenso. Me pregunto: ¿tuvo sentido? ¿Valió la pena que los dirigentes mundiales intervinieran con sus discursos preparados que nada solucionan? ¿De verdad hablaron en nombre de sus naciones? Quiero decir, ¿expresaron la verdadera voluntad de toda esa gente que sufre las calamidades o sólo toman en cuenta la contabilidad y los flujos de caja? Valga reconocer que dentro de los pocos acuerdos alcanzados, Venezuela y Bolivia se pronunciaron en contra. ¡Encima!
La tercera pregunta: ¿dónde me bajo?
Pensar en todas estas cosas me hizo recordar las caricaturas de Mafalda que leía estando pequeño, una en particular, donde la precoz niña pedía que pararan el mundo porque ella se quería bajar. ¿No provoca hacer lo mismo? Yo no digo que nos armemos con carteles de esos que rezan: “El fin se acerca. Arrepiéntanse”; pero a la vista de todo lo sucedido, los inviernos polares, la amplitud planetaria del bloqueo, toda la gente que ha muerto, ¿no sería justo pedir mayores acciones por parte de la gente interesada? Exactamente, ¿qué estamos esperando? Porque el informe actualizado del Comité IPCC de las Naciones Unidas reveló que los cálculos hechos se quedan cortos al ritmo que llevamos hacia el abismo. Incluso se atrevieron a reconocer que la propuesta de impedir un aumento de 2 grados centígrados se queda corta. La alarma se disparó debido al descubrimiento de la creciente aceleración del derretimiento de las capas de hielo sobre amplias masas terrestres, entiéndase Groenlandia y la Antártica, a un ritmo de 10 metros por año. Adivinen cuánto le queda a nuestro insigne Pico Bolívar…
Entonces, ¿dónde me bajo?
Siempre me he considerado idealista, pero los tiempos recientes me obligan a experimentar con el realismo, y no estoy hablando del realismo mágico empleado por los autores latinoamericanos; me refiero al planeta en el que vivimos, la situación climática que nos afecta a todos por igual, porque aún no existe un transporte maravilloso en el cual podamos evacuar continentes y repoblar otro mundo menos caótico. Esa sí sería una fantasía literaria.
En el periódico de hoy leí una noticia que se quedó colgando en las comisuras de mi mente a lo largo de la tarde. Entendí que el temporal de frío que azota a los países del norte tiene una explicación científica: Omar Baddur, de la Organización Meteorológica Mundial, la definía como una situación de bloqueo, así, tan sencillo como eso. La nota expresa que en invierno la circulación del aire se produce habitualmente de este a oeste, pero el fenómeno actual ha cambiado esos parámetros y resulta que el aire se desplaza de norte a sur; además, “cuando esa ondulación es muy vasta, a escala planetaria y persiste varias semanas, se habla de bloqueo”, finalizó Baddur.
La intervención del meteorólogo fue más allá: “Actualmente hay tres ondulaciones, con aire muy frío que desciende del Polo Norte, en tres zonas distintas. Una en Estados Unidos y México, otra en un eje que cubre toda Europa del oeste (desde los países escandinavos hasta el oeste del Mediterráneo, pasando por Gran Bretaña, Francia, Alemania y España) y una tercera en Rusia oriental y China. Un bloqueo a tal escala no se produce muy seguido, se puede decir que cada 30 o 50 años”.
El asunto es que me quedé pensativo porque la imagen que convocaba la información del periódico me recordaba a otra cosa, algo adicional visto en otra parte. Sólo cuando llegué a casa pude ponerle el dedo encima. Revisé entre las películas que tengo y encontré la que buscaba: The day after tomorrow. Adelanté las escenas hasta que di con lo que necesitaba: allí estaba, en colores térmicos, como si fuese una reproducción exacta de la nota en el periódico. ¿Qué era aquello? ¿La vida imitando al arte? ¿O un cineasta que se adelantaba a las catástrofes climáticas? Confieso que la similitud me dejó pensativo por un buen rato, hasta que alcancé la pregunta inicial: ¿estaba siendo alarmista?
No lo sé. Quisiera creer que no. Pero ¿es todo esto natural? ¿Es algo que sucede cada cierto tiempo o se trata de nuestro planeta convulsionado que grita su desespero? Los detalles de la nota me mostraron una visión amplia: la temperatura en Miami alcanzó 1,6 grados centígrados, obligando al zoológico a cerrar, mientras algunas iguanas se desplomaban adormecidas debido a las bajas temperaturas; esperan nevadas en Sevilla después de 50 años; China ha sufrido congelamiento del mar en sus costas del norte, varando a muchos transportes marítimos; México permanece en estado de alerta, provocando la suspensión de actividades escolares. Sin mencionar el cierre de aeropuertos y carreteras en muchos países europeos. Creo que Baddur no se equivocaba: ciertamente se puede definir como un bloqueo.
La segunda pregunta: ¿estoy siendo realista?
A la luz de estas revelaciones se ilumina una interrogante: la reciente Conferencia de Copenhague sobre el Cambio Climático, ¿para qué sirvió? Los países más contaminantes, Estados Unidos y China, rehusaron comprometerse bajo ninguna condición. Si uno lee entre líneas, todo lo que se logró fue un consenso para evitar que las temperaturas se eleven más de 2 grados centígrados; pero las reglas para alcanzar ese punto concreto se desdibujan entre el papeleo burocrático, la discusión entre algunas naciones emergentes y la visión general de que lo único logrado fue consensuar una realidad científica que se venía gritando desde algunos años atrás.
Lo más llamativo fue la dicotomía del discurso. Se reconoció la necesidad de fijar metas a largo plazo, pero al final se dejó a criterio de cada país las fórmulas para reducir las emisiones contaminantes. Por otra parte, se firmó el acuerdo para establecer un fondo de ayuda monetaria para auxiliar a las naciones pobres a paliar la crisis del cambio climático, sólo que la discrecionalidad de este aporte, a quién se beneficiaría y de qué forma, quedó en suspenso. Me pregunto: ¿tuvo sentido? ¿Valió la pena que los dirigentes mundiales intervinieran con sus discursos preparados que nada solucionan? ¿De verdad hablaron en nombre de sus naciones? Quiero decir, ¿expresaron la verdadera voluntad de toda esa gente que sufre las calamidades o sólo toman en cuenta la contabilidad y los flujos de caja? Valga reconocer que dentro de los pocos acuerdos alcanzados, Venezuela y Bolivia se pronunciaron en contra. ¡Encima!
La tercera pregunta: ¿dónde me bajo?
Pensar en todas estas cosas me hizo recordar las caricaturas de Mafalda que leía estando pequeño, una en particular, donde la precoz niña pedía que pararan el mundo porque ella se quería bajar. ¿No provoca hacer lo mismo? Yo no digo que nos armemos con carteles de esos que rezan: “El fin se acerca. Arrepiéntanse”; pero a la vista de todo lo sucedido, los inviernos polares, la amplitud planetaria del bloqueo, toda la gente que ha muerto, ¿no sería justo pedir mayores acciones por parte de la gente interesada? Exactamente, ¿qué estamos esperando? Porque el informe actualizado del Comité IPCC de las Naciones Unidas reveló que los cálculos hechos se quedan cortos al ritmo que llevamos hacia el abismo. Incluso se atrevieron a reconocer que la propuesta de impedir un aumento de 2 grados centígrados se queda corta. La alarma se disparó debido al descubrimiento de la creciente aceleración del derretimiento de las capas de hielo sobre amplias masas terrestres, entiéndase Groenlandia y la Antártica, a un ritmo de 10 metros por año. Adivinen cuánto le queda a nuestro insigne Pico Bolívar…
Entonces, ¿dónde me bajo?
1 comentario:
Coño, pana, tocas un tema sobre el cual he escrito mucho, que me es caro a mi corazón.
No te puedo comentar la arrechera de ver que, por fin y en el 2009, se reúnen finalmente todas las potencias del mundo en Copenhaguen para discutir algo sobre el cambio mundial.
Ni te cuento la redoble arrechera al ver a los políticos de poca monta tomando el tema para venderse como salvadores del mundo, hacer payasadas y no contribuir nada a la discusión.
Chávez propuso reducir las emisiones de CO2 en 100%, ¡una payasada!, ¿por qué se invita a los mediocres?
No que los otros políticos sean mejores. Ese tema deberían solucionarlo los científicos, porque en manos de ellos, estamos perdidos. Te dejo un comentario que pesqué en otro blog:
"A man I know went to Copenhagen for 15 days and worked hard from sunrise to late, late at nights discussing and explaining the Venezuelan strategy towards climate change to his peers. That man is an internationally-recognized scientist, one of the few that Venezuela still has. He was part of the national representation of Venezuela to that meeting.
The strategy of Venezuela towards climate change is one called Adaptation (yes we have one, at least in paper, and Venezuela fight for it at least at the technical meetings). Adaptation simply is "adjustment in natural or human systems in response to actual or expected climatic conditions or their effects, which moderates harm or exploits beneficial opportunities". That is the kind of strategy Venezuela, as an oil producer, should logically endorse as a country.
That man, the man I know, after 15 days in Copenhagen, came back tired to Caracas to listen the very next day of his arrival a speech of incoherence and madness from his president. What happened with the strategy of Venezuela that the national committee tried to explain to other countries on the technical discussions before presidents, kings, prime ministers talk? Why Chavez didn't talk about adaptation? We are one of the few countries trying to push that strategy and Chavez just talked about Obama, the empire, and the same idiotic rhetoric that never ends. What happened with the 15 days of wasted time of one of the few top scientists of Venezuela? What happened with all the money and resources to move and maintain a program in climate change in the country if the president just embarrass his national technical committee? Who is going to take seriously anything that a representative from Venezuela has to say in the future?
I am sick of the empty rhetoric of Chavez. The big tragedy of these 11 years with Chavez is that I know we had a golden opportunity and we wasted it. Everything was served for a country to lift off to a better future. Now is too late..."
Saludos
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